CAPITULO III DOBLE RAPTO

4 0 0
                                    

Media hora más tarde, el Conde de Artigas y el capitán Spada seguían el camino bordeado de

hayas seculares que separa el establecimiento de Healthful-House de la ribera del Neuze. Se habían

despedido del Director dándole las gracias por la buena acogida que les había dispensado, y

mostrándose aquel muy honrado por su visita. Un centenar de dollars destinados al personal de la

casa, probaban la generosidad del Conde de Artigas. Este era ¿cómo dudarlo? un distinguido

extranjero, si la distin-ción se mide por la generosidad.

Salieron por la puerta de hierro que cerraba a Healthful-House, y rodearon el muro, cuya elevación

desafiaba todo intento de escalo. El Conde permanecía pensativo, y su compañero tenía la

costumbre de esperar a que le dirigiera la palabra.

No lo hizo esta vez el Conde hasta el momento en que, deteniéndose en el camino, pudo medir

con la vista la altura del muro tras el que se elevaba el pabellón 17.

- ¿Has tenido tiempo- dijo- de estudiar bien la disposición del sitio?

- Sí, señor Conde- respondió el capitán Spada, in-sistiendo en el título que daba al extranjero.

- ¿No se te ha escapado ningún detalle?

- Ninguno que pueda sernos de utilidad. Por su situación tras ese muro, el pabellón es fácilmente

abordable, y si persiste usted en sus proyectos...

- Persisto, Spada.

- ¿A pesar del estado en que Tomás Roch, se encuentra?

- A pesar de él...; y si conseguimos un rapto...

- Eso es cosa mía; y en cuanto la noche llegue, yo me encargo de penetrar en el parque de

Healthful-House, y en el cercado del pabellón 17, sin que nadie me vea.

- ¿Por la puerta de entrada?

- No; por este lado.

- Pero por este lado está el muro, y después de haberle franqueado, ¿cómo le volverás a escalar

con Tomás Roch?...Si ese loco llama, si opone alguna resistencia..., si su guardián da la voz de

alarma...

- No le inquiete a usted eso. Entraremos y sal-dremos por aquella puerta.

Y el capitán mostraba, a algunos pasos, una estrecha puerta colocada en medio del muro, y que

sin duda no servía más que a los empleados de la casa cuando su servicio les llamaba a las riberas

del Neuze.

- Por ahí- continuó el capitán Spada- tendremos acceso al parque, y no será preciso ni el trabajo

de emplear una escala.

- Pero esa puerta está cerrada.

- Se abrirá.

- ¿No tiene cerrojos por dentro?

- Los he descorrido durante mi paseo tras los macizos en la parte baja del jardín, y sin que el

Director haya advertido nada.

El Conde de Artigas se aproximó a la puerta y dijo:

- Está cerrada con llave.

- He aquí la llave- respondió el capitán Spada.

Julio Verne
 Ante La BanderaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora