CAPITULO XI DURANTE CINCO SEMANAS

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La situación es clara. Ker Karraje sabe quién soy.

Me conocía cuando ordenó el doble rapto de To-más Roch y su guardián. ¿Cómo ha conseguido

descubrir lo que he podido ocultar a todo el personal de Healthful-House? ¿Cómo ha sabido que un

ingeniero francés desempeñaba las funciones de vigilante de Tomás Roch? Lo ignoro, pero es

evidente.

Sin duda este hombre poseía medios de información que le habrán costado muy caros, pero que

aprovechó bien. Un personaje de esta condición no repara en gastos cuando se trata de llegar al fin

que desea.

Ahora es Ker Karraje, o más bien su cómplice, el ingeniero Serko, quien va a reemplazarme en

las funciones, que yo desempeñaba cerca del inventor Tomás Roch. ¿Resultarán sus esfuerzos mejor

que los míos? ¡Dios quiera que no, y evite esa desgracia al mundo civilizado!

Nada he respondido a la última frase de Ker Karraje. Me ha producido el efecto de un tiro a

quema-rropa. No me he declarado vencido, sin embargo, como acaso esperaba el supuesto Conde de

Artigas.

¡No! Mi mirada se ha fijado en la suya, que no ha cedido. Como él, crucé los brazos... Y, sin

embargo, era dueño de mi vida. Bastaría una señal suya para que un pistoletazo me tendiera a sus

pies; luego, arrojado mi cuerpo al lago, hubiera sido arrastrado al través del túnel.

Después de la escena referida se me ha dejado en libertad, como antes. No se ha tomado contra

mí medida alguna. Puedo circular hasta el límite de la caverna, que, esto es evidente, no posee más

salida que el túnel.

Al llegar a mi celda, en el extremo de Bee- Hive, presa de las mil reflexiones que me sugiere la

situación, me digo:

- Si, Ker Karraje sabe que soy el ingeniero Simón Hart, por lo menos que no sepa jamás que

conozco exactamente el yacimiento de Back-Cup.

Respecto al proyecto de confiar a Tomás Roch a mis cuidados, pienso que jamás le ha tenido el

Conde de Artigas, puesto que, conocía quién era yo. Me lamento de ello, pues es indudable que el

inventor será objeto de insinuaciones fuertes; que el ingeniero Serko va a emplear toda clase de

medios pa-ra obtener el secreto del explosivo y de su deflagrador, del que hará un empleo terrible en

sus futuras piraterías. ¡Sí! Era preferible que yo continuara siendo el guardián de Tomás Roch.

Durante los quince días siguientes, ni una sola vez he visto a mi antiguo pensionista. Repito que

nadie me ha molestado en mis paseos cotidianos.

De la parte material de mi existencia no tengo por qué preocuparme. Mis comidas llegan con

una regularidad reglamentaria de la cocina del Conde de Artigas, nombre y título que alguna vez le

doy aun por antigua costumbre. Verdad es que yo no soy delicado en cuestión de alimentos, pero sería

Julio Verne
 Ante La BanderaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora