CAPITULO VIII BACK-CUP

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En mi opinión, la Ebba no ha podido encontrar en esta parte del Atlántico otro grupo que el de

las Bermudas. Esto resulta a la vez de la distancia recorrida a partir de la costa americana y de la

dirección seguida desde la salida del Pamplico-Sound. Esta dirección ha sido constantemente la del

Sudeste, y la distancia, relacionándola con la velocidad de la marcha, debe ser evaluada

aproximadamente entre no-vecientos y mil kilómetros.

Entretanto la goleta no ha disminuido su velocidad. El Conde de Artigas y el ingeniero Serko

están junto al timonel. El capitán Spada en la proa.

¿Vamos, pues, a pasar de largo por este islote, que parece abandonado, y dejarle al Oeste?

No es probable, puesto que estamos en el día y hora indicados para la llegada de la Ebba a su

puerto de escala.

En este momento todos los marineros están en el puente, dispuestos a maniobrar, y el

contramaestre Effrondat toma sus medidas para un próximo anclaje.

Antes de las dos sabré a qué atenerme, con lo que contestaré a la primera de las preguntas que

me he dirigido desde que la goleta ha entrado en plena mar. Y, sin embargo, es inverosímil que el

puerto de escala de la Ebba esté situado precisamente en una de las Bermudas, en mitad del

archipiélago inglés, a no ser que el Conde de Artigas haya efectuado el rapto de Tomás Roch en

provecho de la Gran Bretaña, hipótesis casi inadmisible.

Lo que no es dudoso es que este personaje me observa en este momento con una persistencia

singular. Por más que no sospecha que yo sea el ingeniero Simón Hart, debe preguntarse qué es lo

que lo pienso de esta aventura. Por más que el guardián Gaydón sea un pobre diablo, no se cuidará

menos de lo que le aguarda que el más cumplido gentil hombre, aunque éste fuera el propietario del

fantástico yate. Sin embargo, la insistencia de esta inquisitorial mirada me sorprende e inquieta.

Y si el Conde de Artigas hubiera podido adivinar la luz que acaba de iluminar mi espíritu,

probable es que no dudara en hacerme arrojar al mar.

La prudencia me manda, pues, ser más circuns-pecto que nunca.

En efecto: una punta del misterioso velo se ha levantado, y el porvenir ha aparecido más claro

ante mis ojos.

Al aproximarse la Ebba, la forma de esta isla, o mejor de este islote, hacia el que se dirige, se

dibuja con más claridad sobre el fondo claro del cielo. El sol, que ha pasado su punto más alto, la

baña completamente. El islote está solitario, o, por lo menos, ni al Sur ni al Norte veo grupo alguno.

A medida que la distancia disminuye, el ángulo bajo el que se presenta se abre más, mientras que el

horizonte baja tras él.

Este islote tiene la forma de una taza al revés, del fondo de la cual se escapa un vapor

fuliginoso. Su punta, el culo de la taza, debe elevarse unos cien metros sobre el nivel del mar, y sus

Julio Verne
 Ante La BanderaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora