Quise derepente sentarme en el pasto, se veía tan acolchado y prolijo como ninguno, estaba algo húmedo y luego de un rato, yo cubierta de esos insectos. Traté de levantarme al notar que parecía un granja de hormigas, pero mi cabeza me lo impedía, los obstáculos al cambiar de posiciones no eran más que fuertes dolores de cabeza, como cuando mi hermano menor me lanzó una piedra enorme una vez que peleamos. Yo estaba cerca del ciruelo viejo de la casa de mi tío Carlos, y el unos dos metros más allá. No tengo idea de porqué discutíamos, pero él siempre exageraba todo y tomó una piedra y me la lanzó directo en la cabeza, recuerdo haberlo visto corriendo, él sabía lo que se iba a ganar...
No podía mantener mi visión y comencé a escuchar una canción que se aclaraba cada vez más.
Mi radio estaba prendido y no recordaba cuando caminé hasta mi cama. Vi mis manos y estaban arrugadas de nuevo. Decidí vestirme para luego salir un rato, y mientras buscaba que estropajo ponerme, miraba por la ventana como el vecino del frente le rascaba la panza a su perro y pensaba si les hacía cariño a sus hijos del mismo modo, y por qué nunca tuve uno. Salía de casa y vi que en la parte en que no crecía pasto había un papel de un blanco muy pulcro, tan así que con la luz del sol que caía en el, me provocó un leve enceguecimento. Fui con calma a tomarlo, me agaché sin ningún problema, lo que me provocó una distracción al pensar que mi espalda se había recuperado. Leí nuevamente para asegurarme y decía lo siguiente:
"1606 - Péntigo".
Inmediatamente me dije a mí misma que ya había visto ese número antes, al menos el 16 y la mitad de un cero. Los números estaban hechos muy correctamente, como hechos con una máquina o algo semejante, el guión que separaba y además de las letras que formaban "Péntigo", no seguían tal regla y estaban escritos como si alguien los hubiese hecho con la mano que no suele usar para escribir.
Me quedé paradota viendo la carta y mi mente no sé dónde estaba, sentía que corría el viento y comenzaba a odiarlo cuando interrumpía doblando mínimas partes del papel. Cambié la cara del papel dos veces rápidamente para ver si había algo más y nada. Sentía una clase de ardor interno que hacía que mis dedos se sintieran adormecidos.
Volví a dentro a buscar la llaves del viejo auto que guardaba en mi bodega, era un convertible, año 1962. Yo sólo solía llamarlo mi "Gregor", me hacía recordar aquella obra que leí a los ocho años por curiosidad. Lo miré y mientras caminaba a la puerta del chófer lo recorría con mis dedos, estaba frío y muy brillante.
Miraba el papel, y de re ojo la calle, no había casi nadie caminando y la velocidad en la que iba no eran más de cuarenta kilómetros por hora. Estuve manejando con los intermitentes para avisar que podían adelantarme. Dejé el papel en el asiento del copiloto y tomé con las dos manos el volante. Me puse a tararear una canción de un comercial de pañales y hacía el ritmo con mis palmas en el volante, no parecía importarme nada, una felicidad apareció de la nada y me embarró toda. Comencé a cantar más y más alto, me desafiné sólo dos veces, para mí era un récord. Cambié de canciones varias veces, hasta llegar a una de Los Beatles; no articulé nada, sólo botaba palabras vagas y empañaba los vidrios.Ya comenzaba a entrar en la parte central de mi ciudad, miraba cada una de las esquinas de la calle buscando ese nombre que en mi vida nunca había oído.
Me estacioné enfrente de una tienda de relojes y cosas que nunca usaría, salí del auto y me aseguré que estuviese todo en su lugar. El viento olía a acerrín combinado con el aroma de un día después de llover.
Diambulé por las calles con el papel en mano, como si fuera un tipo de llave maestra o algo y lo miraba cada vez que se me presentaba un letrero, pasé por Fárel, donde había mucha gente haciendo fila para algo. Le di un topón a una señora que se apoyaba en un farol de luz y terminó en el piso, todos me miraron raro, pero di mis disculpas y la ayudé a levantarse. Cuando estaba en ello, vi en su cuello un collar con la palabra "Péntigo" y la quedé observando con los dientes en el aire:-¡¿Qué pretendes desubicada?!- Dijo la señora al notar que mi vista no se despegaba de su collar.
-¡Oye, te estoy hablando!- replicó la señora al ver que no daba respuesta.
-...Eh... ¡lo siento! Lo lamento mucho. No venía viendo más que los nombres de las calles. Lo siento mucho señora.
La señora vió y escuchó mis expresiones al disculparme, y mientras no paraba de decir lo siento, hacia unas apretadas de muelas soportando la risa logrando no reírse. Pero al volver a hablar se le escapó una de esas que hacen que se te achinen los ojos.
-Descuida, ya veo que no eran tus intenciones. Sólo ten más cuidado, no toda la gente reaccionaría de una forma calmada, te lo digo por experiencia- dijo la señora con un tono encantador, como esas abuelas de películas que te ofrecen toda su comida y hasta hacen galletas.
-Lo tendré señora, aprecio su consideración- dije sacando el pelo de mi boca y subiendo el cierre de mi abrigo. La mujer volvió a sonreír mostrando sus encías y siguió hablando innecesariamente por un rato y después de su palabrería dijo:
-¿Cómo te llamas?
-Flor Alter- dije con voz descuidada y al final agudicé mi apellido.
-Mucho gusto Flor- Sin parar de sonreír y tener los ojos achinados, era una mujer muy linda, de joven debió serlo aún más, su nariz era muy prolija y tenia unos pómulos vivos. Me quedé mirando sus ojos y le dije:
¿Cómo se llama usted?
-Péntigo Claudere.
Una sensación enferma me recorrió e hizo sentir miedo de todo lo que allí había, un miedo que no es por ver algo que asusta, sino un miedo que te hace saber que dentro de tí hay mucho más que tripas.
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"Nota para Trébol"
RandomEl peor error es suponer, pero ¿Qué se debe hacer cuando no se tiene otro método para obtener respuestas?