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Me pesaban los ojos y sólo veía negro... comencé a sentir el helado de mis sábanas y mis oídos no paraban de escuchar el timbre de la puerta.
Me levanté algo coja y con la espalda rígida. Antes de dirigirme a abrir la puerta, busqué mis pantuflas debajo de la cama, extendí el cuello para ver si estaban en el otro extremo del cuarto y cuando ya me rendí de buscar y emprendí camino a la puerta, sentí pizar algo; estaba mis pantuflas acomodadas perfectamente a la salida del pasillo que conecta mi cuarto con la pequeña biblioteca donde tenía cubierto de cuadros y cortinas con conchas. Tuve un poco de miedo, pero luego sólo me las puse y seguí el camino.
Cuando llegué a la puerta vi en el piso un papel algo arrugado y doblado. Cuando me dispuse a tomarlo, mi espalda tronó, y creo que alguna especie de nudo me consumió la espalda. Esa clase de nudos que no te dejan hacer movimiento alguno, y es como si algún hueso se subiera encima de otro.
Miré desde mi posición curca y adolorida, y pude ver un par de números y el pedazo de uno en el papel, ya que el dobles de la hoja, impedía apreciar el otro. El número que vi era 16, seguido de un semi círculo, que en ese caso, podría ser un cero.
La curiosidad me llevó a forzar mi espalda para poder alcanzar ese atrofiado papel, pero de golpe, sentí un fuerte crujido y sin tener noción de lo que sucedió, me desplomé como un saco de patatas directo al piso.

"Nota para Trébol"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora