Indiferencia.
A eso he recurrido.
Ha pasado una semana desde que me pediste aclarar mi mente después de que te dijera que había un lio en ella.
Tal vez hayas comprendido que ese lio era por ti. O puede que tal vez no lo hayas hecho.
Quisiera hablar contigo. De frente.
Quisiera llenarme de coraje y decirte todo lo que he sentido —tambien lo que he dejado de sentir— estos últimos meses.
Quisiera hacerte saber lo mal que me sentía, siempre pensando en la posible causa de nuestra aparente indiferencia y repentina separación.
Si tan solo supieras las veces que llore en silencio en mi habitación.
Si tan solo supieras lo decepcionada que estaba de ti ya que no te creía capaz de hacerme algo así.
Si tan solo supieras lo molesta que estaba conmigo misma por haber confiado en ti a ciegas.
Lo molesta que estaba por poco a poco haberme enamorado de ti.
Lo molesta que estaba contigo por haberme visto la cara.
Lo tonta que fui.
Las veces que me reprendi por ser tan estúpida.
Por haber cometido este error de confiar ciegamente, de creer que la gente es buena y que si das amor, te amarán de vuelta, cometer el error de dar tanto y no recibir lo mismo.
Por tercera vez.
Estupida.
Tal vez nunca aprenderé...
