Harry tomó mi mano y me guió a travéz de los pasadisos del avión.
-¿Tienes miedo? - me dijo mientras tomábamos asiento en nuestros sitios.
-No,- dije algo dudosa, él me miró con las cejas enarcadas.- está bien, tal véz un poquito. No suelo viajar.
-Tranquila, si tienes miedo, siempre puedes abrazarme y besarme y apachurrarme y acariciarme.
-¡Calla, cursi! Cierto, olvidaba que tú has viajado por todo el mundo.- dije obvia mientras me ponía el cinturón de seguridad.- Y has viajado en avión unas... tres cientas mil veces.
Sonrió y seguimos conversando los próximos minutos. El avión ya iba a despegar y pasó la asafata por nuestro lado.
-¿Se les ofrece algo más, jóvenes?
-Sí, - dije y le sonreí amablemente.- Deme un poco de vino, por favor.
Harry me miró enarcando las cejas y se encogió de hombros.
-A mi una botella de agua, por favor, y tal véz unas galletas de chocolate.
La señorita asintió.
A los minutos ya teníamos nuestros pedidos. Me tomé el vino de un trago y Harry practicamente me arrebató la copa.
-Amor, para, ven, dame la mano.- Se la dí y él las entrelazó apoyandolas en su regazo. Me dió un fuerte apretón, me volteé a verlo y él me observó de la misma manera. Por encima de la bandana que traía, caían rizitos acariciando su rostro. Sonreí y él me devolvió el gesto.
-Te quiero.
No podía responder, sentía que no era suficiente lo que le diría, nunca era suficiente.
-¿Ves?- dijo mirando a los costados.- ya despegamos.
Era cierto, ya habiamos despegado y no me había dado cuenta. Comencé a reír y Harry me siguió.
-Gracias, Haz, de verdad.
Le dí un beso en los labios.
-Te quiero.
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