Capítulo 13

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Sentía estar desnuda, quizá flotando sobre las nubes, algo imposible, por supuesto, a menos que estuviese muerta, o hubiese desarrollado algún tipo extraño de poder; pero dados los acontecimientos lo dudaba. Aunque si estuviese muerta... ¿lo sabría? Ignoraba la respuesta, pues podría decirse que yo no tenía ninguna basta experiencia previa en la materia. Tenía miedo de abrir los ojos y encontrarme con lo que sea que me rodeaba, pudieron ser llamas, ruinas, catástrofe a diestra y siniestra; pudieron ser nubes, brillo, oro, utopía a donde mirase... Pero no era ninguna de esas cosas. Después de mucho meditarlo pude abrir mis ojos de golpe, y lo primero que se cruzó en mi vista fue la suave llama de una vela con cera chorreando por sus laterales.

Me incorporé lentamente entre la penumbra, pues la débil luz era sofocada por la oscura espesura. No sabía qué traía puesto, pero al moverme podía sentir que se deslizaba como agua sobre mi piel, y no me notaba cansada o sucia. Rápidamente dirigí mis ojos a mis muñecas, y me sorprendí gratamente al ver que mis heridas ya no existían en ellas; ni una sola marca del anterior daño que antes las surcaba.

Estaba casi segura de que en cualquier momento alguien saltaría de entre las sombras. Ese pensamiento me perturbaba, y al mismo tiempo activaba todas mis alarmas. Sin embargo alguien me había quizá duchado y cambiado de ropa, por no mencionar la misteriosa desaparición de vendajes y heridas de mis muñecas.

También estaba el hecho de mi falta de ropa interior.

Me desesperaba estar postrada en la cama, así que, con mucho cuidado de no emitir chirrido alguno, levanté mi cuerpo de lo que parecía una pequeña cama de tubos. La ropa me hacía cosquillas con cada movimiento, era una especie salto de cama. Un ligero estremecimiento me recorrió al momento que mis pies tocaron el suelo, estaba helado, tanto que me hizo desear varias capas más de ropa, las cuales obviamente no tendría, así que seguí, tratando de no reparar mucho en ello. Me acerqué al candelabro que sostenía la única fuente de luz en la habitación mientras el piso crujía levemente a mis pisadas; me maldije en voz baja, ya que el sonido llenaba el espacio del silencio de una forma casi aterradora. O quizá tenía que ver con que yo realmente estaba aterrada. El haz de luz se hizo más incómodo en mi mano conforme seguía mi caminata casi a ciegas, al menos me hacía sentir que la habitación no iba a tragarme viva.

-Debiste haber despertado hace horas. -El sobresalto hizo que la vela se deslizase de mis manos, aunque no recuerdo haber escuchado ningún golpe, quizá porque la chica la había atajado antes del impacto. Al levantarse pude observarla mejor, sus achinados ojos negros hacían juego con la oscuridad que nos rodeaba, y su vivaz cabello rojo casi desentonaba en un ambiente tan lúgubre; la luz de la vela le daba la apariencia de una princesa de las llamas: mortífera e inescrutable hasta el último detalle. Aún estaba ataviada con la capa, aunque se había bajado la capucha-. Espero no haberte asustado -dijo mientras sonreía.

Algunas sonrisas era contagiosas, otra dulces y tiernas, habían quienes tenían el poder de iluminar una habitación con su sonrisa, curar el cáncer y conceder milagros. Pero la sonrisa de esa tenebrosa chica era capaz de desatar plagas, podría haber sido la causa de la tercera guerra mundial sin pasar desapercibida. Estaba llena de malas intenciones, era seguro.

-¿Quién eres? -Traté de soñar lo más firme que me permitía el persistente temblor de mis piernas.

La chica solo enarcó una ceja y dio media vuelta para salir de ahí, llevaba consigo luz, aunque también propagaba oscuridad. No pretendía quedar ahí parada, esperando que volviese de entre las sombras, así que la seguí. No era fácil, sin embargo, pues no dejaba ni marca ni señales de su paso. Era como caminar en el vacío, no distinguía ningún punto de referencia, saber a dónde iba me era prácticamente imposible. Lo único apreciable era la llama danzarina que flotaba desde la mano de la chica, con su alborotada melena que también brillaba suavemente gracias a esa luz, un débil resplandor naranja.

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