No se trata de vivir para siempre, Jackie.

Capítulo 1. La carta

Estamos en Tortuga, en el puerto. Un puerto un tanto peculiar: lleno de piratas, fulanas, mercenarios... oscuro, alcoholizado, risueño...

En eso, entra un joven a una de las tabernas, es algo enclenque, y se le ve algo más afeminado que el resto. Lleva un tricornio algo raído, una camisa muy holgada, tanto que parece que se la hayan dejado un par de hombres que se ganan la vida fingiendo ser siameses, unos pantalones oscuros destrozados y unas botas altas también oscuras. Se le notaba la mirada curiosa, estaba buscando a alguien entre la multitud de borrachos y mujeres de dudosa reputación.

En ello, entre ron, vino y cerveza, parece encontrar lo que busca: un hombre, NUESTRO hombre, el hombre al que vamos a seguir durante todos sus pasos en esta historia. El capitán Jack Sparrow. Un hombre de estatura y peso normal, lleno de tatuajes, una camisa raída, unos pantalones oscuros, al igual que sus botas, un abrigo oscuro también, un fajín blanco y rojo raído, con una melena larga adornada por rastas, abalorios y una bandana, y con los dedos de sus manos, adornados con unos cuantos anillos.

El joven, espera a que pase un grupo de ruidosos y borrachos piratas y prosigue su camino. Llega a donde está Sparrow, el cual está acompañado por dos doncellas, una a cada lado, agarrando a cada una por uno de sus brazos.

-Buenas, ¿Jack Sparrow?
-CAPITÁN -hace énfasis en la palabra- Jack Sparrow. Pero todo depende para qué -sonríe de lado y le mira a los ojos.
-Bueno, capitán. -remarca la última palabra- Vengo a entregarle una carta que sólo podía entregársela a usted, en mano -el joven empieza a tantear dentro del bolsillo de su pantalón- Sí, aquí está. Aquí tiene -el joven se la da y Jack la abre, ahuyentando a su vez a las chicas que le acompañaban. Cuando vio que el capitán buscaba intimidad, Gibbs no dudó en ir a por el joven y agradecérselo con una botella de ron medio empezada, pero el chico se negaba a beber tímidamente. Después de eso, el joven se dispuso a marcharse, pero Jack se levantó de la silla- ¿Quién se supone que eres y quién te dio esta carta?
-¿Yo? -tartamudeó como pudo- Soy Max, Max Collins, un simple mensajero. Y la persona que me dio la carta... -se mostró pensativo- No sé quién es. Es una mujer, es bella, ya sabe. Joven, rubia, alta...
-Entiendo -Jack se acercó a él poniéndole la mano sobre el hombro- ¿Me harías un favor por el que serías gratamente recompensado?
-Claro, señor. ¿De qué se trata? -dijo extrañado Max.
-Me vas a llevar hasta esa mujer. -le miró seriamente a los ojos.