¡Me voy a Sevilla!

938 42 2
                                    

Hace tan solo dos meses, mi madre murió en el hospital por cáncer. Por muy raro que suene, lo estaba llevando bien. Mis tías, vienen a cada dos por tres a mi casa a verme y ofrecerme a que me vaya a vivir con ellas. Yo no quería estorbar a nadie. Mi madre, antes de morir, me había dicho que cada decisión que tomara, me iba a perjudicar o beneficiar y, yo quería hacer las cosa bien para que mi madre se sienta orgullosa de mi.

Dándole muchísimas vueltas, decidí irme a vivir con mi única y querida abuela. Desde que murió mi madre, ella a sido la única en actuar, como una segunda madre para mi. Lo que conllevaba que, me tenía que despedir de todo lo que dejaba atrás, amigos, escuela, tíos y tías..........

Antes de irme, decidí quedarme una semana más para terminar el instituto y, no tener que repetir tercero en otro centro. También aproveché, para pasar el mayor tiempo posible con mis amigos y amigas que tanto me habían apoyado, enseñado y amado, todos estos años.

No soy una niña de llorar mucho, pero despedirme de lo que has construido durante años y que ahora todo eso, se tenga que olvidar, duele. El ultimo día de instituto, aproveché para quedarme en casa y hacer las maletas. Mis tíos se dedicarían en vender mi casa. Yo guardé de todo. La casa de mi abuela era grande así que no se notará que he metido más cosas. En total llevaba 15 maletas y de las grande.

Mis tíos se tuvieron que repartir cada mochila, para poder llevármelas todas. Mientras me alejaba de mi antiguo hogar, fui recordando todos los momento felices que llevé acabo allí. Todas las risas, llantos, discusiones, peleas.......etc.

En un abrir y cerrar de ojos, mi vida cambió por completo. Ahora tenía a mis tíos y tías y a mi abuela pero, me faltaba mi mayor pilar, mi madre. Mi madre era aquella amiga, que siempre estaba conmigo. La que me hacía reír, llorar....... Nunca te olvidaré mama.

Intenté no llorar en el coche pero, no pude. Mi madre era la única que me entendía, que sabía lo que me pasaba. ¿Quien me iba a dar esos besos de buenas noches tan dulces que ella me daba? ¿Quien me despeinaría cuando ya me había peinado? ¿Quien me ayudará cuando me guste un chico? Si tenéis a vuestra madre con vosotros, cuidarlas y darle muchos mimos, cosa que yo ahora, no pudo.

Para parar un poco de llorar me puse una de mis musicas favoritas, que también era de mi madre. Las dos eramos uña y carne. Lo que le gustaba a una, le gustaba a otra. Ella era como mi amiga. Yo a veces, prefería ir con mi madre de compras porque, era la única que sabía mis gusto y me entendía. Por mucho que yo quiera, me gustaría volver al pasado, para poder abrazarla de nuevo.

Ya habíamos llegado a Sevilla. Ahora solo faltaba encontrar la casa de mi abuela. Dimos muchísimas vueltas hasta que la encontramos. Era gigantesca. Recuerdo que cuando era pequeña, venía aquí todos los veranos con mi madre. Dejamos de hacerlo porque, mi madre encontró trabajo y no tenía vacaciones.

Cuando salimos del coche, mi abuela esta sentada en un banco y cuando me vio, saltó de el, y se puso a correr en mi dirección. Yo como una niña chica, hice lo mismo que estaba haciendo mi abuela. Cuando nos encontramos, nuestros cuerpos chocaron, haciendo que casi perdiéramos el equilibrio. Estaba tan contenta de verla, que me puse a llorar de la alegría.

Mi abuela al ver todas las maletas que mis tíos sacaban de el maletero de sus coche, se empezó a reír.

- Eres igual que tu madre. - dijo riendo y despeinando la trenza que llevaba.

Es verdad que todo el mundo me había dicho que era el vivo retrato de mi madre. Morena, ojos verdes, delgada, piel blanca. Era ella y eso, me hacía feliz. Mi abuela, ayudó a mis tíos, al igual que yo, a meter todas las maletas para adentro. La casa de la abuela era.........espectacular. Parecía como la casa blanca, por dentro.

Todos subimos las escaleras hasta llegar a una habitación enorme. Estaba completamente vacía, pero era rosa, así que imaginé que era allí, donde yo dormía cuando era un moco. Mis tíos fueron dejando las maletas y bajaron por más. Mi abuela y yo, nos quedamos contemplando la habitación hasta que ella habló.

- Me alegro de que te hayas venido a vivir conmigo, Miriam. - dijo abrazándome y dándome un beso en la mejilla.

- De nada abuela. Creo que empezar de nuevo, no me vendría mal y ¿por que no hacerlo con la abuela? - dije riéndome. Ella me abrazó con fuerzas hacía su pecho y allí quedamos, las dos abrazadas sin decir una palabra.


¿POR QUÉ EL?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora