¡Día de piscina!

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Después de haber conocido a mi nuevo vecino, me metí en casa y cuando llegué mi abuela seguía cocinando. Me fui a mi habitación a seguir recogiendo el cuarto para que esté presentable, por si a mi abuela le daba por enseñarle el cuarto a mi vecina y vecino.


Me cambié poniéndome una camisa XXL, de estas que llegan por las rodillas. Me encantaba llevar, por casa, esas camisas, me sentía cómoda y a gusto y debajo me puse unos pantalones cortos.

Cuando bajé, me encontré al chico que me ayudó a tirar la basura y a una mujer mayor que, lo más seguro es que fuese su abuela. Me di la vuelta lo mas rápido que pude para poder cambiarme de camisa, por lo menos. Cuando lo hice y me dispuse a salir de mi habitación me encontré a Dylan, enfrente mía apoyando todo su cuerpo en mi puerta.

Me asusté al verlo tan cerca de mi que, retrocedí tres pasos.

- No te asustes, soy yo. - dijo sonriéndome y dejando ver sus perfectos y blancos dientes. - Así que esta es tu habitación, es bonita. Me gusta mucho, no es rosa como lo tienen ahora todas las niñas pijas de el barrio.

- Odio el rosa. - dije entrando de nuevo en mi cuarto. Lo invité a entrar, dudo en entrar pero, accedió. - Odio el rosa en las paredes, muebles o cualquier cosa que no sea ropa.

- Entonces tu y yo nos llevaremos bien. Te he traído esto, ya que veo que no tienes nada parecido a esto. - dijo entregándome una bolsa azul.

- ¿Un regalo? ¿Quieres conquistarme? Pues te digo una cosa, a mi no se me enamora con regalos, si no con palabras y actos. - dije abriendo la bolsa y sentándome en la cama.

- Tomaré nota, para la próxima vez. - dijo sentándose a mi lado. Cuando metí la mano dentro de la bolsa, no podía creerme lo que estaba sacando. Era un póster de la nueva serie de CAZADORES DE SOMBRAS.

- NO PUEDE SER VERDAD, DIOS GRACIAS. - dije abrazándolo. Caímos los dos en la cama, yo encima de el y por un momento me sentí incomoda, pero por otro lado a gusto. Nos miramos durante unos segundos hasta que, mi abuela nos interrumpió. Nos pusimos los dos erguidos esperando a que dijeran algo las dos mujeres que teníamos delante.

- La comida ya está lista. - dijo mi abuela que, nos miró divertida, mientras bajaba las escaleras. Cuando perdimos de vista a nuestras abuelas, nos empezamos a reír.

- Deberías de haberte visto la cara. - dijo Dylan mientras se tiraba a mi cama.

- Y la tuya, parecía que te habían extraído la sangre. - dije tirándome a su lado. - Gracias por el regalo.

     - Me alegro de que te guste

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- Me alegro de que te guste. - dijo levantándose de la cama. - Te ayudo a ponerlo donde quieras.

- Gracias. - dije levantándome de la cama. - Quiero ponerlo en el cabecero de la cama. - dije subiéndome en la cama. Ayudame.

- Ten cuidado te vayas a caer. - dijo agarrándome la cintura. Me estremecí al sentir sus manos sobre mi piel. Puse el póster y con ayuda de Dylan, conseguí pegar el póster. Después me ayudó a bajar de mi cama y nos pusimos los dos, de frente, para ver si lo habíamos puesto bien. Y si, lo conseguimos. Estaba derecho.

Cuando bajamos, en la tele estaban echando la serie de sobrenatural. Lo gracioso fue nuestra sincronización para decir <<No>> para que no lo cambiara mi abuela.

Se empezaron a reír las dos de nuestra sincronización, mientras nosotros estábamos pendiente de lo que decían Dean y Sam. Era una de mis series favoritas. Todos los días la veía con mi madre en casa y cuando enfermó, en el hospital. Mientras comía, me imaginaba a mi madre al lado mía comiendo y haciendo tonterías con la comida. Mi madre, no era esas típicas que te decían <<NO JUEGUES CON LA COMIDA>> Era al revés, era yo quien se lo tenía que decir.

Cuando acabamos, mi abuela y Carmen, se fueron al patio de afuera, donde había una enorme piscina. Yo no me había dado cuenta de que la piscina estuviera ahí.

- Dylan, Miriam, ¿os queréis meter? - dijo mi abuela muy contenta. Me estaba pareciendo, de que mi abuela me quería muy muy cerquita de Dylan y la verdad es que a mi, no me importaba.

- Claro abuela. ¿Tu quieres?

- Si tu quieres. - dijo Dylan. Tenía unas maneras de hablar que me hacían volverme loca y, solo lo conocía de un día.

- Pues voy a ponerme mi biquini. - dije corriendo hacía el interior de mi nueva casa. Cuando llegué a mi cuarto y abrí la ventana, pude ver, en la ventana de enfrente a Dylan. Se estaba quitando la ropa. ¡DIOS MIRIAM, TAPATE! Y así lo hice, pero por poco tiempo, porque quería verlo.

Se podía ver su marcado abdomen, su sonrisa que podía iluminarte hasta en los momentos más oscuros y su pelo alborotado. Cerré la cortina para poder cambiarme pero, de refilón, seguía viendo todos los movimientos de mi vecino, mi sexy vecino.







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