Raro -Parte 1-

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Le mira, sabe que lo hace, solo que lo intenta ignorar.

Todo el camino su traviesa mirada se paseaba por su existencia. Lo observaba meticulosamente grabándose cada pedacito de piel y cada relieve, cada lunar y cada marquita. Sabe que es extraño, empezando porque su marca de la vacuna que te ponen recién nacido está en su brazo izquierdo y no en el derecho como se suponía que debía de estar. Sabía eso, gracias al calor, ya que le obligaba a llevar camisetas de manga corta.

Si, también eso.

Lo repasa una segunda vez el estando sentado a su costado ya sin ningún pudor o vergüenza de que Él se diera cuenta. Ya eran semanas de intriga cada que se subía al bus y encontraba a ese chico sentado del mismo lado de la ventana en el mismo asiento, a la misma hora, leyendo el mismo libro. Un libro grande y grueso.

El camión se agita y sus negros cabellos igual. Lleva audífonos. Lo que más le gusta de él son sus manos, son lindas, delgadas y largas, con un toque masculino que le volvía loco y más si las acompañaba ese anillo en su dedo índice. Pero no sabía si eran sus manos o sus oídos, llenos de pendientes y perforaciones; lo hacían ver genial. A simple vista parecía un crio rebelde. Uno para controlar. De aspecto sombrío, pero, a la hora de bajar a su parada, sabía que no era cierto. Él siempre daba un lindo "gracias" y le sonreía al viejo que conducía el camión, no importa si este le viera con libido y malas intenciones.

Puta envidia la que me cargo.

Ya no lo soporta, quiere hablarle, pero lastimosamente se siente estúpido. Estúpido por llevar semanas mirándolo y observándolo con ojos curioso, estúpido porque ya sabe cuáles son sus colores favoritos de vestir: lunes y martes azul cielo con negro, miércoles y jueves negro y gris, viernes rojo con negro, sábado tinto y negro. Hasta en eso era raro.

Tenía un rostro jovial. Uno de niño de preparatoria, pero gracias a la mochila que se cargaba sabía que era universitario, estudiante te dibujo, tenía cara de eso.

Entre veintiuno y veintitrés años.

Siente que sus veinticinco años, y sus tres de ingeniería no sorprenderían mucho al muchacho callado. Bufa inconscientemente y cruza la pierna, saca su teléfono y comprueba la hora, faltaban exactamente diez minutos para que el azabache bajara, tenia al menos la oportunidad de sacarle su nombre o un pequeño "Hola" , así que viendo que el asiento de junto al chico estaba vacío toma la correa de su mochila y se deja caer junto a él.

¡Bien Choi! ¡Bien! Siguiente paso.

Se hace el despistado, y lo voltea a ver. El chico parase darse cuenta y lo imita. Sus miradas se encuentran y Minho se siente morir cuando le ve. Sus ojos grises, profundos, le examinan, su cabello resbala por su frente y parpadea un par de veces antes de quitarse los audífonos.

- ¿Le puedo ayudar en algo?- Cierra lentamente el libro pero se asegura de guardar la pagina en la que iba poniendo su dedo. Y Minho, sonríe intentando ocultar su nerviosismo.

- ¿Eh? No realmente.- Miente.

- Ah. Creí que era así, ya que se cambio de asiento.-

Mierda Mierda Mierda Mierda Mierda Mierda Mierda Mierda Mierda Mierda Mierda Mierda Mierda Mierda Mierda Mierda Mierda Mierda Mierda Mierda Mierda Mierda.

Se había dado cuenta.

Minho incrédulo intenta abrir la boca para decir algo, pero sus palabras se atoran y el chico solo le mira, sin ninguna expresión en el rostro.

[PARA SU DELEITE Y DISPOSICIÓN] 2MINDonde viven las historias. Descúbrelo ahora