Obsesión.

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Caminaba a paso firme y con el ceño fruncido, no había podido disfrutar de su día como meramente se debía, era un fastidio tenerlo llame y llame a su celular repetidas y desenfrenadas veces. Suspira agotado cuando se para en la esquina (junto las putas) para esperar el bus. Eran las diez de la noche y él apenas había salido de la facultad. ¿Por qué? El señorito Choi Minho se le ocurrió hacerle una broma a uno de los prefectos de la facultad, pero no contaba con que la zorra de Kibum le delatara. ¿Por qué? Simplemente porque lo había rechazado hace unas semanas.

- Señor Choi, tendrá que quedarse en detención hasta las ocho pm.

- ¡Pero Profesor! ¡Hasta las ocho, yo, no puedo llegar tan tarde a casa!

- Debió pensarlo antes de poner esa chincheta en el asiento del Prefecto Jinki.

El caso estaba en que tenía que tomar dos buses, salió a las ocho y media, tomó el primer bus e hizo una hora y caminó otra media hora hasta la parada de autobuses.

Agh~ Pero que mierda.

Rueda los ojos exasperado y mete las manos a sus bolsillos cuando la paciencia ya se le agotó y cree que el camión ya tardó demasiado. Unas cuantas chicas con faldas exuberantes y tops súper cortos se acercan a él y bufa fastidiado de que sus voces seas tan chillonas y melosas.

Al menos su voz no es tan chillona.

No, no era chillona, de hecho era un poco masculina y eso era extrañamente lo que atraía junto a sus manos también levemente masculinas, con sus dedos largos delgados y blancos, ¿y por qué no? Amaba verle la mano izquierda adornada con ese anillo en el dedo índice que le caracterizaba. Porque él se lo había regalado.

- ¡Hey! ¿Qué tal amigo?

El contoneo de sus caderas que hace la chica cuando se acerca a él le parece exagerado y su perfume le inunda sus fosas nasales, un perfume de mala calidad que le hace arrugar la nariz y rascarse la cabeza cuando ya la vio frente a su cuerpo sonriéndole de manera sugerente y mordiéndose los labios rojos.

-Hola- Es lo que se limita a contestar, virando el rostro para no verle a los ojos, porque le parece molesto.

- ¿No te gustaría pasar una choche divertida corazón?-Repentinamente ella se cuelga de su cuello y sus precarios senos se restriegan contra el pecho de Minho, y eso le incomoda y le hace quitarla de un leve empujón porque no había necesidad de tanta confianza cuando no era más que una extraña prostituta que expelía olor a sexo por donde se le viera. A un que sonara así de cruel.

- No gracias.

Ella chasquea la lengua y vuelve a insistir esta vez recargándose en el cubículo telefónico y subiendo su mano por el muslo hasta llegar a su falda en insinuarle cosas con la mirada.

- Anda, por favor, te gustará.

Y Minho frunce el ceño.

- No, gracias.- Era no y punto, no estaba de humor como para soportar una drogadicta gritándole en el oído y pegándole cualquier enfermedad de transmisión sexual que haya cogido con cualquier otro engendro. Y para acabarla de chingar, su teléfono vuelve a sonar.

Ahora si más emputado, con violencia saca su móvil ante la atenta mirada de la chica que no paraba de tocarse.

- ¡¿Qué quieres?!- Es lo que pregunta. Porque ya ni siquiera tenía que ver la pantalla del celular para saber de quién se trataba, porque sabía que era esa persona que le estuvo fregando siempre.

- ¿Por qué me gritas? No me gusta que me grites Minho...

- ¡Deja de hablarme!- Y le cuelga bruto. Ya no le toma atención a la prostituta ni al frio ni al puto camión que parecía burlarse de él al no llegar y comienza a caminar, enojado, gruñendo cosas que ve tu a saber significaban. Era una media hora más de camino a pie, no le quedaba de otra si esperaba el bus estaba seguro que él le volvería a llamar...pero no pasaron ni cinco minutos cuando la profecía se cumplió-

[PARA SU DELEITE Y DISPOSICIÓN] 2MINDonde viven las historias. Descúbrelo ahora