Caminaba a las cinco en punto de la madrugada, sola, sin esperanzas. Los sueños que tenía se han convertido en pesadillas y los momentos felices se habian esfumado.
Escribiendo en paredes de cristal con un lápiz de metal con punta afilada, cada letra esta causando un daño a las paredes, no demasiado grave para romperlas, pero si tan doloroso como para herirlas de por vida. Así me sentía yo, herida, perdida.
Camino por una calle solitaria, ha llovido y por ende el frío viento de la madrugada se inunda por mi espina dorsal haciéndome estremecer, asi es como el dolor y todo tipo de tragedia entra en mi vida, como el frío entra en mi piel, como congela mi corazón y lo deja de piedra, sin sentimientos, sin sentido alguno para seguir latiendo.
Me siento ahogada, incluso cuando no estoy nadando.
Me siento culpable de todo el daño que me he causado a mi misma.
Me siento vacia por que mi vida acabó.Mis pies pisan el pavimento con dureza, lágrimas sin permiso comienzan a rodar por mis mejillas empapando completamente a estas mismas, y ahí es cuando ya no puedo más y me tiro al suelo, parezco ser un cristal arañando, un cristal al que lo han golpeado y sin más, caigo como una pluma, una pluma que han despedazado sin remordimiento alguno.
Duele muchísimo saber que me he roto y que ya es demasiado tarde para arreglarme.
Duele saber que me perdí y que ya no puedo encontrarme.¿Qué haría yo para recuperarme, si de igual forma ya no podía levantarme?