Capitulo 24

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Gemí, sonando como un animal enjaulado y corrí hacia Avalanna.

-Se supone que tu eres la buena, maldito infierno -me quejé, sacándole las llaves de la boca. Si _____ la hubiera visto hacer eso, estuviera chillando sobre mí: "le va a dar una infección, oh por dios, que descuidado eres" pero ella no estaba aquí ¿cierto? Y era imposible que le diera una infección a alguien por chupar unas llaves, así que sólo lo dejé pasar y no le limpié la boca con jabón o algo por el estilo.

Caminé de nuevo hacia Elvis, quien estaba sentado en el piso jugando con las ruedas sucias de mi silla. Me arremangué las mangas de la camisa de botones que traía puesta y acomodé mi pantalón para que no me lastimara tanto las bolas.

Odiaba ese maldito traje. Sobre todo porque era el único que tenía, desde mis dieciséis años y obviamente ya me estaba quedando pequeño. Mi paquete había crecido con los años, al parecer, porque antes no tenía ninguna molestia.

Me agaché a recogerlo y lo coloqué en la silla.

-Ahora vamos a hacer algo muy, muy divertido ¿de acuerdo? -le dije, y empecé a darle unas vueltas en la silla, lo cual me pareció una buena idea para mantenerlo contento unos segundos, mientras mantenía un ojo en Avalanna para que no se llevara nada a la boca de nuevo, pero después de unos segundos me emocioné con las vueltas y empecé a darle rápido, su risa se apagó y su cara se puso pálida. Y luego hice algo estúpido, porque detuve la silla y me agaché para ver que había de malo con él. Y Elvis vomitó en toda mi camisa.

Mucho vomito color amarillo canario llenó mi camisa.

-Mierda -susurré con los ojos cerrados, pero luego el niño chilló fuertemente como solo él lo hace y de alguna manera Avalanna se contagio su tristeza y empezó a llorar también. Tomé aire profundamente y grité lo más fuerte que pude:- ¡Hillary!

Maniobré con los botones de mi camisa para no tocar el tierno y nada asqueroso vomito de mi adorable hijo y Hillary abrió la puerta. Ella miró a los niños como si no entendiera lo que eran y luego se me quedó viendo a mí, como si deseara mi cuerpo mientras sacaba mi camisa. Bueno, no la culpo, sé que soy sexy.

-¿Qué necesitas? -preguntó con su voz profunda sin dejar de verme.

-¿Puedes conseguirme una clase de cochecito para dos niños? -le pregunté, caminé al sillón dejando al enfermo Elvis llorando, tomé mi cartera de mi chaqueta y saqué varios billetes de cien- necesito otra camisa también, de cualquier color menos rosa o algo marica como eso. Aquí tienes setecientos libras, ven cuanto antes.

-Um, está bien -asintió, tomando el dinero de mis manos- ¿Que talla eres?

-No lo sé -Agarré mi camisa tratando de no tocar el vomito y se la lancé a ella- ahí lo dice... y por cierto, está cubierta de... -su jadeo furioso y la manera en la que tomó la camisa como si estuviera radioactiva me dijeron que ya lo había notado- vomito, lo siento.

-Está bien, trataré de tenerlo rápido -aseguró y me dio una mirada sucia antes de salir por completo. Gemí de nuevo y me puse la chaqueta para no tener tanto frío.

-Por favor, por favor, dejen de llorar -rogué, mirando de Avalanna a Elvis una y otra vez, sin saber muy bien a quien debía de ir a consolar primero. Me acerqué a Avalanna, la ganadora, y la tomé en mis brazos, lo que hizo que el celoso de Elvis llorara más fuerte- eso te ganas por ser el enfadoso.

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Reí estruendosamente de nuevo y acomodé a Elvis en la cámara de mi computadora para que su cara se viera mutante, mientras yo y Avalanna nos veíamos pequeños y raros detrás de él y tomé la foto. Entonces la vi y me estuve riendo como por dos minutos, lo que los hacía reír a ellos. Amaba esa aplicación.

La Lista Del Cubo Perfecto (Niall&Tu)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora