Y de repente sientes que no quieres estar en otro lugar en ese preciso momento, porque no hay otro igual, porque simplemente sabes que es el sitio donde mejor estás. Sabes que ese instante, en el que no sabes ni lo que sientes, acabará.
Y por esa razón lo disfrutas como si nunca lo volvieras a sentir, como si no se volviera a repetir jamás, como si te fuera la vida en ello, como si fueras a desaparecer después.
Es una sensación de comodidad, de estar a gusto de no querer ni moverte para que no se deshaga en tus manos como si de polvo de nieve se tratara. Tan delicado pero a la vez tan fuerte... Y es que no quieres ni dormir porque sabes que si lo haces perderás esa tranquilidad absoluta que sientes, como si nada te pudiera hacer daño, como si fueras invencible.
Qué bien se está cuando no sabes cuándo va a acabar.
Qué bien se está cuando se disfruta el momento.
Qué bien se está cuando se VIVE.
