17 | The great game |Parte I|

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Ahh... ―se queja el detective, casi inaudiblemente.

Hace tan solo un par de minutos una sorpresiva explosión había arrasado con parte de la calle Baker y los moradores del 221 ahora sólo intentaban hacer sentido de la magnitud de lo recientemente acontecido.

―¡MALDICIÓN! ¿¡qué pasó, chocamos!? ―exclama Alice quien continuaba ebria y recostada sobre el largo sofá―. ¡Yo no conducía, lo juro! ―la desesperada chica se alza inmediatamente y, tambaleando en la oscuridad, busca a Holmes entre los escombros.

―¿¡Chocar!?... ―vocifera él con una pisca de desconcierto en su voz―. ¡No seas estúpida, estamos en el 221B!

El detective se libera de los escombros que le cubrían y finalmente se alza con ayuda de la rubia, para, inmediatamente ir en búsqueda de alguna linterna. En tanto, la desorientada chica comienza a gritar y a caminar a tientas de un lado a otro, tal como si una ola de pensamientos le invadieran, sin embargo, ella al no estar lo suficientemente sobria, no logra comunicarse claramente.

―Es otra ¡otra explosión, Holmes! ¡BOOM! ―exclama estirando ambos brazos con gran énfasis, tanto, que casi pierde el equilibrio sobre sus pies―. Y más M. La letra M está en todas partes y yo creo que...

El departamento, cual aún estaba alumbrado sólo con la luz que provenía desde los focos de la calle, da la suficiente luminosidad como para que Sherlock se acerque raudo y detenga a Alice, tomándole por los hombros con bruta firmeza para así sacudirla.

―¿Explosión...? ¿M? ¿de qué estás hablando, Sanders?

―Mañana... Lestrade... Grafitis... ―articula a duras penas, pero, pronto su hablar se vuelve ilegible tal cual Jabba the hutt―. Watif wiardilingwida tterrrrorrissst...

Y, como si se tratara de un corto circuito, la joven se queda repentinamente dormida aun siendo sostenida por el ceñudo detective el cual, irritado, lucha contra el casi irresistible impulso de dejarle caer sobre el piso para que ella durmiera ahí durante toda la noche. Sin embargo, muy por el contrario, la arrastra sobre el sofá en donde ella yacía hace un rato y la cubre con un par de mantas que guardaba de su habitación. No por preocupación por su comodidad, más bien no deseaba lidiar con los seguros reproches de ella, ya que, para la próxima mañana era probable que tuviese mucho que investigar y, debido a la movilidad, Sanders le sería de gran ayuda.

Al día siguiente, el despertar de Alice es todo menos placentero, ya que, un infernal chirrido la devuelve a la realidad.

―Buenos días, señorita Sanders ―saluda Mycroft con su típica sonrisa fingida desde el otro extremo de la sala―. Cuando dije que mantuviese sus ojos sobre mi hermano, me refería a que estuviese, de preferencia, consciente.

El elegante hombre ocupa el sofá de John, mientras que Sherlock, sentado frente a su hermano con una neutra expresión, sostiene tensamente su violín. Por su parte, la chica al sentarse puede jurar que el mundo comienza a darle vueltas, aquella siendo evidencia de una clásica jaqueca de los mil demonios, no permitiéndole tiempo suficiente para alcanzar a emitir ni una sola palabra, cuando ya era posible sentir pasos y gritos próximos.

―¡Sherlock, Alice! ―John entra de un estrépito al 221B―. Vi la noticia sobre la explosión en la tele ¿están bien? ―dice mirando más detenidamente la escena, calmándose al cabo de unos segundos.

―¿Qué? ¿yo? Si, bien. Sanders con menos neuronas y una gran migraña ―responde el rizado acariciando las cuerdas de su violín con mirada acechadora―. Una fuga de gas en el apartamento de en frente aparentemente... Y no, no puedo. ―finaliza ahora observando a Mycroft y entrecerrando sus ojos con malicia.

𝑽𝒂𝒕𝒊𝒄𝒂𝒏 𝑪𝒂𝒎𝒆𝒐𝒔 |𝐒𝐡𝐞𝐫𝐥𝐨𝐜𝐤|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora