Termine de colocarme rímel. Dentro de cinco minutos Austin llegaría y yo aun no estaba lista. Corrí deprisa a mi habitación a buscarme un tapado. La temperatura había cambiado bastante. Hacía frió, me mire por última vez al espejo y el portero sonó. Corrí a atenderlo.
- ¿Quién es? – pregunte.
- Soy Austin – me dijo.
- Ahí bajo – dije y colgué.
Tome mi cartera y mis llaves y salí del departamento. Sea había decido irse a vivir con Jared. A eso había venido ayer a casa. Dijo que habían hablado mucho que ya era hora de la convivencia. Jamás pensé que mi rubia amiga llegaría a tanto. Pero me alegro por ella. Pasamos una linda tarde de amigas juntas, ayer. Ella siempre me hace sentir mejor. Es una gran persona.
- ¡Hola! – me dijo cuando abrí la puerta. Sonreí levemente, y me acerque a él para saludarlo – Luces hermosa.
- Gracias – le dije divertida – Tú no te quedas atrás.
- ¿Vamos? – preguntó.
- Claro – dije y tome su brazo.
Pronto estuvimos en un lindo restaurante. Se acercó a mí y me ayudo a quitarme el abrigo y a sentarme. Sonreí levemente y le agradecí. Él se sentó frente a mí y pronto vino un mozo. Nos entrego el menú.
- ¿Qué quieres comer? – dijo.
- Mmmm, no lo se – dije sin dejar de mirar las cosas.
Una punzada comenzó a formarse en mi estomago. Era un dolor terrible. Solté la cartilla y tome mi panza con una mano. Austin me miró bien. Yo también lo hice. Se veía algo borroso.
- ¿______? ¿Estás bien? – me preguntó.
Asentí levemente. Algo se movía con fuerza dentro de mi panza y estaba haciendo estragos conmigo. Sin pensarlo mucho me puse de pie. Austin me miró bien.
- Voy al baño – le dije más que mareada.
- ¿Quieres que te acompañe? – me preguntó.
- No, no – le dije rápidamente – Solo pide por mi
Más que apurada me dirigí al baño. Para mi suerte no había nadie allí. Me acerque a uno de los retretes y me agache para vomitar. Abrí mi boca, porque la sensación de hacerlo me estaba matando, pero nada salió. Me puse de pie y me pare frente al espejo. Abrí la canilla y lave mi cara con agua fría. Otra vez las ganas de vomitar vinieron a mí, pero ya no podía girarme al retrete. Baje mi cabeza hacia el lava manos. Una mancha se formo en el espejo. Como si eso hubiera salido de mí. Pronto tomó forma.
- ¿Se puede saber que diantres haces aquí? – me preguntó. Lo mire bien.
- ¿Justin? – dije sin poder creerlo.
Estaba del otro lado del espejo. Lo mire detenidamente. Sus ojos no estaban mieles, sino que eran rojos. Rojos como el fuego. Mire su cuerpo. Estaba lastimado, golpeado, herido. Volví a sus ojos.
- ¿Qué… que te sucedió? – le pregunte aterrada.
- Tranquila, solo jugaba con mis hermanos – me dijo.
- ¿A eso le llamas jugar? ¿Dónde estás?
- En mi casa
- ¿Qué haces aquí?
- ¡Me voy por dos días! ¡Solo dos días! ¡Ya sales con ese imbécil! – me dijo enojado.
- ¡Tú te fuiste! ¡Y ahora me vienes a… a hacer una escena de celos! ¿Detrás de un espejo? ¿Qué es lo que quieres de mí? – le pregunte nerviosa.
Me miro fijo a los ojos. Su respiración era agitada. Al parecer estaba enojado por algo más. Mire su piel, estaba más roja de la normal. Parecía arder. Volví a sus ojos. Eran tan raros.
- ¿Por qué tienes los ojos rojos? – le pregunte.
- Cuando juego con mis hermanos, mis poderes se salen de control. Alterando el color de mis ojos y haciendo que mi piel queme – me contestó.
- ¿Y tu pacto con Dios? – dije al recordar eso.
- Al Diablo con ello, no tengo nada de bueno dentro – me dijo. Lo mire espantada.
- ¿Qué significa eso? ¿Tendrás que vivir por siempre y para siempre en el infierno?
- Así es, preciosa – me dijo. Negué con la cabeza efusivamente.
- No, no por favor – le dije desesperada. Me miró bien.
- ¿Por qué? – me preguntó.
- No, no puedes – dije mientras otra vez mis ojos se humedecían por él.
- ¿Por qué no puedo? ¿A quien diablos le puede importar el Diablo? – dijo lleno de resentimiento.
- A mí – le dije rápidamente – A mi me importas y mucho
Se quedó callado, mirándome fijamente. Su respiración era pesada, se podía oír perfectamente. Volví a mirar las heridas de su cuerpo, parecían algo así como arañazos, mordisco y golpes. Volví mi mirada a sus ojos.
- Debo irme – me dijo de repente.
- ¿Vendrás mañana? – le pregunte.
- Sí – me contestó.
- ¿Me lo prometes? – le dije. Me miró fijo, serio.
- Yo no prometo nada, solo cumplo lo que digo.
- Justin– lo llame.
- ¿Qué?
- Te extraño – susurre levemente.
Levante mi mano y la apoye sobre el frió espejo que estaba frente a mí. Apoye mi mano justo frente a su pecho, pero sabía que no podía tocarlo, que no lo estaba haciendo.
- Hasta mañana, preciosa – me dijo.
- Hasta mañana – dije y desapareció.
Alguien tocó la puerta del baño. Recordé donde estaba y con quien. Me acomode un poco y decidí salir. Era uno de los mozos. Me miró bien y yo a él.
- ¿Sucede algo? – le pregunte.
- No, nada señorita. Solo que el señor que venia con usted me pidió que le dijera que lo perdonara, pero se tenía que ir – me dijo. Fruncí el ceño.
- ¿Qué? – dije.
- Si, me dejó esta nota para usted – dijo y me entregó un papel.
Tome el papel y el mozo se fue. ¿Por qué se habrá ido así? ¿Habré tardado mucho? Sin seguir dando vueltas abrí el papel.
Siento haberme ido así, ______. Pero llamó mi madre, mi hermana Clara esta muy mal, la internaron de urgencia. Luego te llamo para contarte todo con detalles. Lo siento de verdad. No quería que esto quedara así. Sabes que te quiero mucho y que me encanta estar contigo. Hablamos otro día, bonita.
Con cariño. Austin.
¡Oh, dios! Espero que Justin no tenga nada que ver con esto. Porque si eso llega a ser así, y a la hermana de Austin le sucede algo, el señor Diablo va a conocerme. Tome mi abrigo y salí de aquel restaurante. Lo mejor era volver a casa. Todo había sido un desastre. ¿En que problema me metí, dios mío? Debí escuchar a mi amiga cuando me dijo que no subestimara a lo que no conocía. Debí retractarme de mis palabras. Pero si no lo hubiese dicho, tal vez jamás hubiese conocido a Justin. Una fría brisa subió por mi espalda, mientras caminaba por la calle. Mi piel se erizó por completo. No era un frío normal. Era un frió extraño. Nunca había sentido algo así.
- Tranquila, no te asustes – me dijo. Mi corazón casi se salió de lugar cuando una mujer se paró frente a mí – Lo siento, no quise asustarte.
La mire bien. Era una mujer alta de cabellos negros y ojos aceitunados. Su piel era blanca como la nieve. Comencé a temblar levemente. Era un frío horrible. Jamás había sentido uno así. Recordé las palabras de Justin. Rachel es inofensiva cuando no esta en horas de trabajo, y no es siniestra y esas cosas. Te sorprendería lo linda que es. Lo único es que hace un poco más de frió cuando ella esta.