Capitulo Tres

293 23 3
                                    

Capitulo Tres.

Justin.

-Nos vemos luego, bro.

-Claro, Spike. Nos vemos luego.

-Saludos a tu chica de mi parte, eh. -sonrió de lado, y luego volvió a posar la botella de cerveza sobre sus labios-

-No es mi chica. Imbécil. Es mi mejor amiga.

-Mejor conocida cómo la chica de Bieber, así que da igual. Sólo dale mis saludos.

-Está bien.

La última imagen que vi antes de salir fue a mi amigo sentado en el sofá concentrado en la televisión, y con su cerveza en la mano.

Hoy debía recoger a mi ángel para ir a comer. Nada formal, salida de amigos.

Amigos. No estoy seguro de que eso seamos, pero aún no le encuentro nombre a la conexión tan especial que tenemos, así que lo llamo amistad. De lo que si estoy seguro es que ella es lo mejor que me ha pasado, y que sin ella, yo no soy nada. Ella me salvó de una posible, vida llena de mie.rda. Me sacó adelante cuando yo me encontraba perdido, cuando me creía en un callejón sin salida. Me había tomado y había sanado mis heridas con la paciencia que la caracteriza. Me había encaminado nuevamente, en el momento en que más lo necesitaba.

Y me llenaba de dolor, y rabia, saber que a pesar de todos estos años, yo no había logrado salvarla a ella. No había podido hacerla olvidar, no habia podido curar las heridas que ella tenía. No había podido devolverle la mano, devolverle todo lo que hizo ella por mi. No soportaba ver las marcas en su piel, marcas que yo sabía, cicatrizaban por fuera, pero en su interior aún seguían latentes.

Cada una de ellas, cada moretón, eran cosas que ella creía, la atormentarían a lo largo de toda su vida. Pero juro, que yo las iba a borrar. Yo haré lo que sea, para darle la vida que ella se merece. Porque ella es un ángel que no debería haber pasado por nada de lo que pasó.

Tomé un taxi y creo que el conductor me golpearía sí le preguntaba sí podía aumentar la velocidad una vez más. Pero no podía evitarlo, había algo dentro de mi que no me permitía ir lento. Una urgencia de verla, de verla bien. Sana y salva. Los latidos de mi corazón se fueron acelerando poco a poco. El taxi llegó a la dirección dictada por mi y me bajé, lo vi desaparecer rápidamente por la calle, está bien. No estábamos en el barrio más seguro de New York, pero... va, quizás si hacía bien en salir de aquí lo más rápido que pudiera. En el momento en que caí en cuenta de que ya había llegado a mi destino, largué a correr. Quería llegar lo antes posible y sacarme esta angustia de encima. Eché a correr a todo lo que mis pies podían. Y no me esperaba lo que iba a encontrar al llegar.

A varias casas de la suya, empecé a escuchar gritos. ¿Esa era ella...? Sólo la había escuchado gritar así cuando... No, no otra vez. Ese imbécil no pudo haber vuelto. No podía ser ella. Corrí más de prisa, hasta quedar en la vereda frente a su casa. La decepción me recorrió al comprobar que si era ella.

Sus gritos de ayuda me dejaron paralizado. Gritos tan desgarradores que cortaban mi alma en infinitos pedazos. Gritos que se escuchaban desde varios metros. ¿Y acaso ningún vecino haría algo? Jod.idos cobardes.

Quería moverme y ayudarla, tenía que salvarla. Pero mis estúpidos pies no se movían. Escuchaba todo y la impotencia ya me estaba fastidiando. Maldición, debía entrar ya. A mi mente vinieron todos los recuerdos de ella golpeada, de ella entre mis brazos gritando que odiaba su vida, la vez que casi la pierdo, y todo eso, toda la rabia acumulada, fueron suficientes para echar a correr contra la puerta. Ésta se removió un poco, pero no se abrió. Me azoté contra ella hasta que esta chocó en la pared. Los gritos inundaban la casa, y el sonido de algo chocando constantemente contra el suelo me estaba matando. Subí las escaleras y corrí hasta llegar a la última habitación, al final del pasillo.

Two Pieces.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora