BASTET Y ANUBIS

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La noche seguía tomando su curso y como era de esperarse en ese día parecía eterna.

Aten había sido llevado a una habitación especial, oculta en el palacio para no levantar sospechas y así tratar sus heridas.

-Ese muchacho solo ha traído problemas, no debí dejar que te involucrarás con él. Te dejó al borde de la muerte y tu comportamiento...el Dios Horus estaría muy decepcionado de ti.

-Cállate.

-¿Akhenaten?

-¡Dije que te callaras! Hablas de mí como si lo supieras todo. Menciona al menos una cosa que sepas de mí; como tú hijo no como el faraón.

-¿Qué clase de actitud es esa? Bien, tu color favorito es el azul.

-Error. Es el verde.

-Tu actividad con mejor desempeño es la cacería.

-Falso, es la escritura.

-¡Tú mejor arma es la lanza!

-¡Claro que no por eso Plagg me dio un látigo!

-¿Plagg?

-Hmph...ni siquiera sabes eso.- decía desanimado.

-Al menos en algo estoy seguro. Escogiste a Anat porque era la mejor opción.

-No...Anat era tú mejor opción, ella no fue mi primer amor ni tampoco la primera persona con la que dormí.

Al oír estas palabras su padre se acercó a él soltando un golpe en su rostro dejando una marca evidente pero a pesar de eso el rubio no reaccionó.

-Solo duérmete de una vez.- decía molesto saliendo de la habitación.

-Seguramente...-su padre volvió su rostro al oírlo hablar.-si mí cumpleaños no fuera el día en que Ra, Osiris e Isis están de fiesta seguramente lo olvidarías.

La habitación quedo en silencio con el muchacho pensando; ya no podía fingir simplemente con una sonrisa. La máscara que se había puesto se estaba fragmentando y aunque podía restaurarla no deseaba hacerlo.

Plagg salió de su escondite y miró a su compañero.

-Hola, Plagg.

-Nada de hola, estoy muy molesto contigo. Te lo dije ¿o no? Que si te ponías tan mal iba a quitar la transformación.

-Y aun así, no lo hiciste.

-¿Qué querías? Que ese chico descubriera quién eres. Estaríamos en un lío peor.

-Plagg.-decía interrumpiendo.

-¿Qué?

-Tú y yo... ¿somos amigos?-el gatito se preocupó al escuchar esto por lo que no pudo seguir regañándolo.

-Claro que somos amigos.

-Entonces, ¿puedo pedirte una cosa? Te prometo que después de eso no te pediré nada más.

-¡Oh! Muy bien, ¿qué quieres?

Mientras entre los restos del Templo de Anubis; Badur había sido puesto a resguardo en uno de los túneles, amarrado con cadenas a una de las columnas. No es como si no estuviera acostumbrado a estar arrodillado pero tener las muñecas y los brazos atados tras la columna era molesto. No llevaba nada más que la tela que cubría sus piernas como si se tratara de un esclavo. Sus heridas no habían sido tratadas adecuadamente por lo que el dolor seguía aumentando.

El hijo del Sol y la LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora