EL HIJO DE ANUBIS

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Estaba decidido, si le clavaba el cuchillo entonces ya no habría nada que le impidiera quedarse con Bastet; pero... por qué su mano no se movía era muy simple. No, era mentira no era tan fácil. Ella había sido su única amiga, la única que lo escuchaba.

Soltó a la guardiana y oculto cautelosamente la navaja.

-Perdona, no suelo ser sentimental.

Le sonrió, no entendía como la gente podía tratarlo tan mal era como cualquier otro joven de su edad; él solo había tenido la mala suerte de nacer en un día donde el calendario del Cairo anunciaba tal infortunio.

-Está bien, se está haciendo tarde. Debo irme, adiós.

-Nos vemos- le respondió con hipocresía el sacerdote.

No podía matarla pero tampoco podían seguir siendo amigos, Aten estaba por casarse y Bastet...eso era aún peor. Ya era suficiente. Fue hacia la estatua miro molesto la caja pero ya no tenía dudas; tomo la gargantilla y la colocó en su cuello.

-¡Ah!- su corazón le dolía. Sentía una opresión horrible ni siquiera podía mantenerse erecto, sus rodillas tocaban el suelo y apenas podía respirar.

Los ojos de la estatua se iluminaron y la ráfaga de aire que normalmente se abalanzaba violentamente contra Badur se tornó suave como si intentara ayudarlo a ponerse de pie.

-Estoy bien, no te preocupes.

A pesar de lo que decía sus acciones mostraban lo contrario aún no había recuperado el aire y su cuerpo estaba debilitado era como si hubieran arrancado una esencia de él.

-Me iré a descansar.

Badur regreso a sus aposentos sosteniéndose de todo lo que podía si se soltaba sentía que en cualquier momento su cuerpo se fragmentaría.

Pasaron los días y el anuncio de la boda del faraón se había dado para que los sacerdotes iniciaran la ceremonia de matrimonio, no obstante en este caso todos los sacerdotes debían presentar un regalo ante el faraón y su nueva esposa. Ya fuera un presagio futuro por parte de los Dioses de cada templo o un regalo material. Aten y Anat recibían los regalos con respeto y educación sin embargo el hijo del Sol comenzaba a preocuparse, no veía por ningún lado a los sacerdotes del templo de Anubis. Además, no había recibido noticias de su amigo desde entonces.

-Aten, ¿te sientes bien?-preguntaba preocupada la chica.

-¿Eh? ¡Ah, sí claro!- intentando ocultar su preocupación.

El tiempo pasaba y cada vez era menor. Los regalos solo podían darse hasta antes de la puesta de sol de lo contrario serían tomados como un mal augurio.

Uno de los guardias del palacio apareció anunciando que eran todos los visitantes.

-¡Espera! Podemos esperar un poco más.-exclamaba levantándose del trono.

-Pero...Aten.

El joven conocía las reglas pero realmente quería esperar a Badur al menos necesitaba verlo y saber que estaba bien.

-Mi señor.- interrumpió uno de los sacerdotes del templo de Horus.- Sabemos quién de los representantes de los templos falta y le aseguro que ningún obsequio o presagio de su parte será benéfica para su futuro.

-Ahórrate tu sabiduría para los que te escuchan sacerdote.- anunciaba arrogante el hijo de Anubis.

-Badur.- llamaba la atención el Sacerdote Sem.

Aten se calmó y se sentó feliz mirando a Anat era un alivio ver a Badur de vuelta. El joven sacerdote y su maestro pasaron al frente. El Sacerdote Sem se arrodilló frente a sus señores mientras Badur solo se dio la vuelta.

El hijo del Sol y la LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora