Capítulo 7

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Cerré fuertemente los ojos cuando mis sentidos se fusionaron en una abrumadora expulsión de placer y el cuerpo se ciñó en dirección de un solo punto de liberación. Desee tanto retener el momento, en que Ella se adueña de toda la libertad que siento. Busque la manera de verla, porque quiero saber qué hará con esa parte de mí, si la dejará esparcida por sus labios o la dejará fluir por el interior de su boca hasta perderse. Pero no pude ver nada, su cabello cubre parte de su espalda y toda mi visión.
Y deje de buscar una imagen de la unión.
Desplome mi cabeza sobre las sabanas y mire hacia un lado de la cama, me sentía tan perdido en las sensaciones que todo los que ojos veía nada tenía sentido. Cierro los ojos. Lo único tangible era el oxígeno que llenaba mis pulmones. Luego de unos mágicos segundos, vuelvo a ser el mismo y otra vez era dueño de mi realidad.
Siento el movimiento de la cama y el calor de su cuerpo, me confirma que Ella está a mi derecha. Abro los ojos y la busco hambriento. Necesito alimentarme de su piel, como tiempo atrás.
Acaricio sus piernas, largas y delgadas. Entonces mi mente me acusa a preguntas ¿Cuántos hombres abran admirado la belleza de su piel? ¿Cuántos te abran deseado de la manera que te deseo? ¿Quiénes fueron capaces de llevarte al paraíso? Pensarte con otros hombres, me hiere y me enoja.
- Bill no te detengas, por favor -
Su petición me hizo reaccionar. Mis pensamientos mi habían absorbido de tal manera, que había dejado todo.
- ¿Qué sucede? -su tono era de preocupación. Rápidamente se sentó y busco mis manos, que las estrecho cariñosamente.
- Nada -respondí e impuse una sonrisa. No quiero arruinar nuestro momento con mis ideas, por lo que inmediatamente me acerque a ella y bese su cuello, intentando olvidar mis pensamientos. Lleve mis manos a su cabello y a su espalda baja, acariciándola, abrazándola, presionándola contra mi cuerpo. Sentí sus brazos rodear mi espalda, pero su abrazo se volvía más fuerte en la medida que yo intentaba continuar con las caricias. Ceñí los ojos y desistí.
- No voy a pedirte que me digas algo que no quieres contarme, pero voy a pedirte algo... -comenzó a decir-... prometimos dejar todos los pecados del pasado, las culpas, los errores, todo aquello que nos causó dolor fuera de esta habitación... -sus ojos se fijaron a los míos. Sus palabras, retorcieron mi corazón. Porque fracase y no pude alejar mis demonios como lo había prometido. Baje la mirada. Entonces, Ella tomo mi rostro y me hizo mirarla otra vez -...se mío esta noche. Se mío... -repitió susurrante y la piel se erizó ante el encanto de su seducción. Cerré los ojos y busque sus labios, que me recibieron ansiosos.
Nos besamos hambrientos, deseosos de alimentar la pasión que rugía en el interior del cuerpo. Deslice mi lengua y jugué en su interior. Quería hacerle saber cuánto la había necesitado, en mis noches de soledad.
Nuestras caricias se volvieron más intensas. En su abrazo clavo sus uñas en mí espalda, el cual me hizo doler y en venganza mordí su cuello, escuche satisfecho su quejido. En la vorágine del juego, Ella me apartó y me obligó a recostarme, pero rápidamente cambie de posición y ahora soy yo quien rodea su cadera con las piernas. Desde mi posición puedo recorrerla, su pecho expuesto a mis deseos, la excitación agitando su respiración, con ese vaivén que me encanta. Sus manos avanzan por la forma de mis piernas, sé a dónde quiere llegar, lo veo en su mirar. Pero tengo otros planes.
Niego con la cabeza. Y aferró firmemente sus manos, alejándolas de mí. Inclinándome sobre ella, llevo sus manos hasta arriba de su cabeza y en un susurro al oído le pido lo que deseaba, que se diera vuelta.

En silencio se giró y cuando expuso su trasero ante mí. La furia de la pasión golpeo mi cuerpo y exhale un quejido para calmar mi ansiedad. La curva que forman sus nalgas me tiene obsesionado, poso mis manos en ellas y las acaricio groseramente. Oigo sus sutiles gemidos, que alientan a doblar la apuesta y palmeo una de sus nalgas dejando una marca roja.
- Hazlo... -concedió y elevo levemente su cadera-...sé que lo deseas -. Llevo una de sus manos a su trasero y me indico el camino. Relamí mis labios y vi como alzo aún más su cadera pero no se lo permití, quería que el cuerpo quedara tendido sobre de la cama. Ceñí el agarre de mis piernas y golpee su piel con el pene, ardiente de deseo.
- ¡Vamos! -exigió, tan anhelante como yo.
Entonces, con la punta de mis dedos busque su apertura, que es mínima por la posición que adoptamos y eso me estimulaba. Mordí mi labio inferior al pensar en el roce de nuestra piel. Lentamente introduje mi miembro y suspire en el instante en que soy recibido en su interior. Entonces deslice con furia la primera embestida y su gemido desgarro la noche. Sé que fui brusco, pero con su mirar me pide más. ¿Acaso también ama esa parte de mí? La brutalidad de mi arrebato, aquella que solo puede engendrarse en la soledad y en la desesperación.
Sostuve su cadera con mis manos y volví a hundirme en Ella, con cada movimiento de vaivén de mi pelvis deseo llegar más profundo. Deseo llegar al lugar que otro amante no llego jamás, su corazón. Mi ritmo se vuelve más violento y nuestros gemidos son un grito de pasión. Siento como su feminidad comprime mi sexo. Aumento la intensidad. Deseo que goce, que caiga rendida en el sublime placer y quiero ser el causante de su gloria.
El sudor que surca mi frente y cae en su piel, calando en nuestra unión. Mi corazón bombea con tal fuerza que siento que desfalleceré en cualquier momento. De pronto, soy atrapado con más ímpetu, su orgasmo arrasa con mi propia voluntad y provoca mi culminación. Cierro los ojos y me aferro a su cuerpo para resistir los espasmos de mi sexo, mientras dejo una parte de mí en Ella.
Respiro el aroma de su piel, que me embriaga y la abrazo más fuerte. Soñé tanta veces con volver a vivir este momento con ella y ahora no quiero que esto se termine al abrir los ojos.

- Amor mío -me llamaste y abrí los ojos. Jamás me habías llamado por ese nombre y sonreí, porque no quiero ocultar mi felicidad. Bese su espalda tantas veces que le hice cosquillas y escuche su risa.
Cuando pude estar frente a frente, note que sus mejillas seguían ruborizadas.
- Eres la mujer más bella del mundo... -exclame cautivado- te am... -decía pero Ella me callo con un beso.
- No digas más. Y ámame, otra vez...-

Continuara...

IntimidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora