Capítulo 9

57 4 0
                                    

Veo la ciudad de Múnich a través de la ventana de una habitación. Veo como está iluminada por luces que imitan al sol, que aún no sale. Mientras mi presente, se rige por la espera del café, que nos mantendrá despiertos hasta el amanecer. Pienso en el pasado, en una ciudad parecida a esta, en un hotel parecido a este, pero haces unos años atrás, cuando una joven desafortunada se encaminaba para el encuentro con un chico solitario...

*

*

"Caminaba con firmeza pero con paso apresurado por el pasillo. No tenía que ser vista por algún huésped, nadie debía saber de mi visita ni mucho menos de mi propósito. Debía ser muy prudente. Tan pronto llegue a la habitación, toque insistentemente a la puerta. Pasaron unos segundos, cuando un hombre corpulento y vestido de negro, apareció de otro lado. Con su mirada severa me examinó de arriba-abajo. Entonces, sin mediar palabras, me hizo una seña para que ingresara a la habitación con él.

— Me contrataron... —balbuce nerviosa, pero el extraño me callo con un ademan de su mano. Tomó bruscamente mi pequeño bolso, lo abrió y dejó caer todo su contenido sobre una mesita. Me sentía molesta, por que inspecciono uno a uno de lo que ahí tenía guardado, desechando mi única defensa ante cualquier agresor, un condón y se sonrió al ver la estampa de un santo. Cerró nuevamente mi bolso, vacio. Entonces se acerco a mí y agarrando una de mis muñecas me llevo hasta una esquina, hizo que apoyara mis palmas sobre la pared y que abriera las piernas, sentí sus manos recorrer el contorno de mi cuerpo pero al no encontrar nada, rápidamente me libero.

— Quítate los zapatos y deja todas tus joyas sobre la mesa. No vas a necesitar todo eso. El señor Kaulitz la esta esperando —

Me sentía humillada, pero respiré hondo y con actitud calmada hice lo que me pedía. Una vez que se aseguro que no llevaba nada "peligroso" conmigo, el hombre abrió la puerta que comunicaba su habitación con la del cliente.

— Estaré aquí. No lo olvides —amenazó, antes de irme. Su mirada quedo fija en mí, yo solo atine a mover la cabeza afirmativamente. Había logrado asustarme.

Atravesé el umbral y escuche la puerta cerrarse.

La penumbra reinaba en la habitación. Me costo unos instante en adaptar mi visión. Busque al señor Kaulitz, pero él no estaba allí. Seguramente me esta esperando en la cama, me dije a mi misma. Tome unos segundos para concentrarme en el propósito de ese encuentro, en la actuación que debía realizar. Acomode mi cabello y mi ropa para que me hicieran sentir más segura y bella. Una vez que me sentí lista emprendí mí caminata.

El sonido de mis pasos, desnudos, se amortizaba en la alfombra, de modo que él no me escucho llegar. Esperaba encontrarme nuevamente con él, dispuesto a pasar una noche de sexo, pero me encontré con un panorama que no esperaba. Bill estaba recostado en la cama, durmiendo profundamente. Me sentí un poco decepcionada, esperaba algo más de "acción" esa noche. Di media vuelta hacia la salida, cuando de pronto, el murmullo de su voz me detiene. Curiosa me acerco para saber qué era lo que intentaba decirme. Con un suave susurro le pregunte al oído: ¿Qué me dijiste?-

- Regresa y quédate. No me dejes solo -

Aquella súplica no era la primera vez que la oía ni tampoco seria la última. Pero esas palabras provenientes de un joven, que esta en la cúspide de su belleza y del éxito, era el último que esperaba escuchar, ni muchos menos pensaría que sufre de soledad. ¿Cómo eso era posible? Sabía que su fama traspasaba las fronteras y que muchas y muchos lo deseaban. Que hubieran dado lo que sea por estar en mí lugar, pero no era así. Yo estaba allí, una prostituta estaba a los pies de su cama.

Por unos instantes me quede observando su rostro, era tan bello y misterioso como la noche, su piel parecía brillar en la oscura habitación, los mechones de cabello azabache caían sobre los ojos, acerque mis dedos, tome uno de ellos y lo deslice por detrás de la oreja. De repente, ese pequeño gesto me hizo sentir extraña, por que en ese momento reconocí algo de mí en él. Tal vez sea que nosotros damos todo lo que tenemos al mundo, reduciéndonos en cada encuentro con la gente. Y lo único que nos queda es la soledad. Dos almas solitarias que sufren, a pesar de estar rodeados de tanta gente, de tanto exclamación de amor.

— No me iré —respondí y deje un beso en su cien.

Me recosté a su lado. Quedando tan próximo uno del otro, que podía sentir el aroma de su cuerpo, en una mezcla intensa de cigarrillos y alcohol, pero detrás de eso podía distinguir una fragancia diferente, dulce, como la flor del naranjo. Y quede complacida por ella. Tímidamente sus dedos entrelazarse con los míos. Lo miro y aún mantiene los ojos cerrados, pero creo que simula estar dormido porque la mueca de su sonrisa lo delata.

Me proponía acercarme primero, pero me sorprende con un movimiento ágil, se gira hacia mí y me abraza con fuerza. Apoyando su cabeza sobre mi pecho y cruzando sus piernas con las mías. Su cuerpo tiembla, se remueve febril. Reconozco esas señas como para saber que no se trata de alguna enfermedad, sino que son indicios de algo más doloroso, más profundo, son síntomas de un corazón roto.

Entonces entendí lo que él pretendía conmigo. No quería ahogar la soledad con sexo casual, sino que necesitaba un refugio, en donde puedas sentirte reconfortado. Un refugio en donde pueda sentirse seguro, de la tormenta de un mundo intolerante y violento.

Lo rodee con mi brazo cariñosamente y con mi otra mano, acaricie dulcemente el naciente de su cabello. Poco a poco, la fuerza de su agarre disminuye, hasta que los músculos de su cuerpo se relajan, hasta acurrucándose en mi cuerpo.

Su respiración era tan tranquila, que parecía que su alma había encontrado la paz que tanto deseaba.

Bese la cúspide de su cabeza y me pregunte ¿qué sabor tendría sus labios? Antes de quedar dormida también."

*

*

El sonido de la puerta cerrándose, me hizo regresar del recuerdo. Veo a Bill concentrado en el carrito de comida; que acaban de dejar en la habitación.

— Espero que esté bueno, porque es el primer café que te hago —se sentó a mi lado y me entrego mi taza— Mí querida ¿En qué piensas? —cuestionó al notar que estaba distraída e inclino la cabeza hacia la derecha y sonrió de manera tierna.

— En lo que me pediste. En el brillo de tus ojos aún puedo ver al joven inocente y soñador de esa noche —murmure. Una caricia a su mejilla, una sutil sonrisa de sus labios y el brillo de sus ojos fueron los que me motivaron a relatarle sobre la noche en que nos conocimos.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Jul 21, 2019 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

IntimidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora