𝙲𝚊𝚙í𝚝𝚞𝚕𝚘 𝟹 "𝙼𝚞𝚎𝚛𝚝𝚎 𝚍𝚎𝚕 𝚎𝚐𝚘"

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“Si tiras un palo, el perro servil resuella y tropieza para traértelo de vuelta. Haz lo mismo frente a un gato, y te mirará con aire divertido, frialdad educada y con algo de aburrimiento.”


—H. P. Lovecraft.

Brian

Poco a poco noté que  Christa empezaba a calmarse y abría sus ojos mientras sostenía débilmente mi playera azul. No me importaba mojar mi ropa si era por su bien.
Después de unos minutos ahí dentro la cubrí con una toalla y la cargué a mi nuevo cuarto.
Uno más cómodo y sin recuerdos horribles. Le coloqué sobre mi cama y me dispuse a buscar ropa en mis cajones para cambiarla y que no sintiese frío, pero tampoco se acalorara más.
La enderecé un poco y le di un suero oral de emergencia, ella aunque estaba débil, bebió aquello y me miró con los ojos entreabiertos.
Cambié su ropa a excepción de la interior, ya que no quería parecer un pervertido ante ella.

La noche estaba por caer y aunque no empeoraba tampoco mejoraba, cosa que me preocupaba porque no quería dejarla sola ni un segundo así significará perderme la hora de mis pastillas.
Mi ansiedad aumentaba y no dejaba de caminar de un lado a otro, así que pensaba en lo mejor que podía hacer... No era opción ir a la bodega... Maldición, justo se me había acabado mi bote de pastillas ayer y procrastinar ha ocasionado esto.

—Brian...— Escuché la débil voz de Christa.

—¿Sí? ¿Qué sucede?—Me acerqué a ella poniéndome a su altura.

—Mátame... Por favor...— Aunque quisiera hacerlo (que no quiero) no puedo hacerlo, querida Christa.

—Puedo cumplir cualquier otra petición, querida.—Acaricio su cabello húmedo.

—Odio que seas tan hipócritamente bueno...—Voltea su mirada al techo y suelta algunas lágrimas.

—Supongo...— Ya no podía mantenerme estable, así que sostuve su mano con fuerza.— No salgas de aquí hasta que vuelva por ti, ¿vale?— Le pregunto y ella contesta un seco "Sí".—
Salgo de la habitación poniendo llave y me dirijo al «otro» cuarto que igual cierro con llave.

Christa

En el peor momento de mis delirios, veía a mamá y papá a un lado de Brian. Sus rostros se veían aterrados y apuntaban a Brian como si lo acusaran de algo.
Repetía una y otra vez cuánto le odiaba por no haberme matado, sin embargo, sabía que la verdadera hipócrita era yo por esforzarme en sentir un odio que realmente no sentía.

Para cuando tuve más consciencia y Brian ya se había marchado, fui capaz de escuchar golpes fuertes y gritos de enojo en el cuarto continuo del que me encontraba.
¿Eran almas en pena que habían muerto aquí y ahora trataban de atormentar a quienes ellos consideraban culpables de su deceso?
No lo creo, era una sola voz y los golpes eran muy reales, tanto que la pared temblaba levemente.
De ser sincera, me causó algo de temor, solamente que estaba lo suficientemente enferma para no decir ni hacer nada, aparte de que le dije a Brian que no me movería de ahí.

Otro grito sonó en la otra habitación e inmediatamente reconocí la voz de Brian, quien decía "Christa".
¿Acaso estaba ocurriendo algo y necesitaba mi ayuda? ¿Era la única que podía hacer algo?
Tomé del vaso de agua que había dejado Brian en la mesita de noche y me levanté como pude. Volví a escucharlo gritar mi nombre y me apresuré un poco más al cuarto de donde venían los golpes y gritos.
Intenté abrirla, pero tenía llave y el ruido paró en seco, seguido de esto unos pasos se acercaron a la puerta y abrieron del otro lado.
Era Hoodie... Aunque no veía por ningún lado a Brian.

—Hoodie... ¿Sucede algo?¿Brian está contigo?—Interrogué nerviosa.

—Oh dulce Christa...—Se acercó peligrosamente a mí y yo retrocedí torpemente tropezando en el intento.—Te dije que no salieras... Estás muy enferma... Débil... Y vulnerable. En este estado un loco sería capaz de hacerte algo. Agradezcamos al cielo que estoy aquí...— Sus palabras me pusieron nerviosa y tragué saliva con fuerza. Él me había ayudado anteriormente, no creo que sea capaz de hacerme daño ahora...¿O sí?
Me cargó y se dirigió al cuarto de Brian, dejándome con su característica delicadeza en la cama.
Se alzó un poco el pasamontañas y vi una sonrisa familiar, sin embargo no me generaba calidez como otras veces, todo lo contrario: me perturbaba.

La suerte del lunático [Hoodie proxy love]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora