La nevada continuaba descendiendo en la preciosa ciudad de Paris. Una luz se asomaba a la ventana de la pequeña parisina muda, que aún no dejaba de estar metida en sus sueños.
Se escuchó un ligero golpe proveniente de la puerta de su habitación, lo cual llamó su atención.
-Lucille, ¡voy a pasar! -Exclamó una voz femenina.
La parisina mayor abrió la puerta y fijó la vista en la niña, que se encontraba acostada en su cama con los ojos abiertos.
Ésta al percatarse de la presencia de su madre, se sentó en la cama para ponerse sus pantuflas e ir corriendo a abrazarla.-"¿Iremos?" -Escribió la niña en su pizarra, con entusiasmo.
-Sí -Asintió la parisina de ojos verdes, provocando que la niña saltara de alegría.
-Me retiro para que te prepares, hoy comeremos fuera -Dijo, para luego salir de allí, dejando a la niña sola en la habitación.
Ella miró su armario, observando cada una de las prendas que se encontraban dentro de éste. Al final se decidió por una calza negra, una remera con mangas largas de color blanco, un abrigo de lana azulado, un par de guillerminas, un pañuelo y su tan adorada boina.
Peinó su cabello y lo dejó suelto, para que bailara con el viento... pensó. Agarró su pizarra y fue dando pequeños saltitos hasta llegar junto a su madre, que la esperaba en la puerta de entrada.
-Lucille, hoy conocerás lugares que están más allá de las calles cercanas a nuestra casa -Dio una bocanada de aire para continuar -Espero que disfrutes del recorrido -La animó con una sonrisa en sus labios.
Ella tragó saliva, nerviosa, mientras que su corazón empezó a latir con fuerza.
La madre de la niña abrió la puerta y empezaron a caminar agarradas de la mano, juntas, unidas, dispuestas a todo lo que se cruce en su camino.
Ya habían pasado varias horas de su recorrido. Ambas estaban fascinadas por la inigualable belleza de "La ciudad del amor".
Se detuvieron a descansar en uno de los bancos que se encontraban allí. Lucille miraba con entusiasmo a los demás niños mientras jugaban, ilusionada por algún día participar.
Notó que su madre la observaba y giró hacia ella. La de ojos verdes suspiró para luego empezar a hablar.
-¡Por qué no vas y te diviertes un rato con la nieve! -Le insinuó alegremente.
Los ojos de la pequeña parisina se iluminaron, asintió con la cabeza y fue a jugar.
Hacía ángeles de nieve y arrojaba bolas de nieve a un árbol cercano. Ella no tenía amigos con quien jugar, pero no le tomaba mucha importancia a ese detalle.
Empezó a girar en su lugar con entusiasmo. Una ráfaga de alegría inundaba su interior.
De repente, el pañuelo que anudaba su cuello se desprendió. Fijó su vista hacia dónde el viento lo llevaba y después cayó en dirección a un niño, que estaba haciendo un muñeco de nieve.
Aquel niño miró aquella prenda que cayó a su lado y luego observó a su alrededor hasta que sus ojos se toparon con los de la parisina que lo observaba.
Se encaminó hacia la niña de cabellos negros que aún se encontraba helada en su lugar, para luego mostrarle la prenda.
-¿Te pertenece? -Le preguntó y ella asintió con la cabeza agarrando el pañuelo, mientras un leve sonrojo se hacía visible en sus mejillas.
-Me llamo Stefan, ¿y tú? -Mencionó y la niña agachó su cabeza -Ejem... ¿cómo te llamas? -Continuó, sacando a la niña de sus pensamientos.
Ésta agarró su pizarra y escribió su nombre en ella. Después se la mostró al niño que seguía esperando la respuesta.
-Lucille..., tienes un lindo nombre -Dijo y ella apretó su pizarra contra su pecho, avergonzada por su cumplido.
Quién podría culparla, realmente ella era muy tímida. No había intercambiado palabras más que con su madre.
-"Gracias" -Escribió en su pizarra, agradeciéndole.
-¿Por qué esa pizarra?, ¿acaso no puedes hablar? -Preguntó interesado y ella dijo "no", moviendo la cabeza.
-¡Extraordinario! -Exclamó alegremente -Nunca había conocido a una persona que se comunique así -Continuó, y ella lo miró confusa.
-¿Quieres venir a ayudarme con mi muñeco de nieve? -Le preguntó con entusiasmo.
La pequeña parisina fijó la vista en su madre, que la observaba con una sonrisa satisfactoria. Luego giró hacia él e hizo un ademán para asentir.
Él agarró del brazo a la pequeña parisina y ambos corrieron hasta el muñeco de nieve sin terminar, ansiosos por terminar de fabricarlo.
Se pasaron toda la tarde juntos, pero ya había llegado la hora de que la niña se marchase de nuevo a su casa.
-¿Volverás? -Inquirió el niño con una mueca de tristeza.
La niña escribió "¡Por favor!" en su pizarra y se la mostró a su madre, acto que le produjo gracia a la parisina mayor.
-Claro que sí -La de ojos verdes asintió alegremente, al saber que su hija al lado de ese niño se veía feliz.
Ambos amigos se despidieron con un cálido abrazo, sabiendo que otro día volverían a encontrarse de nuevo...
Continuará...
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Recuérdame
Teen Fiction~Historia en Pausa~ En la bella ciudad de París, una pequeña parisina se encontraba aislada de lo que ella consideraba desconocido. Érase una vez una niña muda apartada del mundo que la rodeaba, Érase una vez un niño curioso metido en sus pensamient...