Capítulo 6

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Las sábanas se encontraban arrojadas al piso, la almohada sin una cabeza que sostener, el colchón arrugado cual piel en agua a lo eterno y una parisina inquieta en sus pensamientos.

Husmeando en su armario en busca de algo perfecto para la ocasión.

El frío se había marchado, los rayos del sol iluminaban la ciudad.

La torre eiffel, el río Sena. Todo estaba resplandeciente. «El día perfecto para jugar» pensó.

En la casa de Stefan la ama de llaves limpiaba las habitaciones. Debían dar una buena impresión.

—¿No quiere que le traiga unas flores para regalárselas? —Preguntó Madeleine con una sonrisa traviesa.

A aquella mujer le fascinaban este tipo de temas, sobretodo ser la cómplice del niño. Siempre lo ayudaba en sus travesuras, y cuando se trataba de una chica... ella no se podía quedar atrás.

—No creo que sea el tipo de chicas a las cuales les guste las flores... —Contestó, colocándose la última prenda que le faltaba.

—¿Qué crees que sea de su agrado? —Preguntó, al ver que su truco no había resultado.

—No lo sé. Aún no la conozco a la perfección, es muy tímida —Mencionó, llevándose sus manos a la cabeza.

—Creo que esta conversación no es muy de tu agrado. Mejor sigo limpiando y tú preparándote...

Madeleine pasó a la otra habitación, algo decepcionada. No todas sus conversaciones pueden seguir una línea recta, casi siempre había un desvío... el cual a veces no era tan agradable.

—Derrotada —Susurró sin ninguna expresión en su rostro.

Ya iba siendo hora de que llegaran los invitados. Amandine había preparado su especialidad, 'Crêpes aux champignons', justo como le había pedido su hijo.

Raoul entró a la sala y depositó su chaleco en el perchero. Había llegado de su duro trabajo como psicólogo; los pacientes le querían, tenía un don para ayudar a las personas.

—Hola 'mon amour' —La saludó con un beso en la frente —¿A qué se debe que la casa esté más ordenada? —Preguntó extrañado.

—¿Acaso lo olvidaste?. Hoy vienen Ariane y Lucille.

—Cielos, ya lo había olvidado. Iré a cambiarme —Pronunció acelerado y seguidamente corrió.

La niña estaba indecisa, pidió ayuda a su madre. Las ropas que no fueran de invierno se hallaban en el fondo del armario.

—¿Te gusta este? —Su madre le enseñó un vestido color rosa.

—"No me gusta ese color" —Sonrió.

—Lo sé, estaba de broma. Aquí está el que realmente quería mostrarte —Mencionó la parisina mayor.

En sus manos estaba una camiseta melocotón y unos shorts terracota. Luci agarró ambos, agradeció a su madre y fue vestirse.

Ariane salió del cuarto para esperar a su hija en la puerta de entrada. Ésta no tardó en bajar y las dos encaminaron hasta la casa de Stefan.

Los preparativos terminaron, sólo quedaba aguardar la llegada de las invitadas.

El pasillo desprendía el olor a los jazmines, era la flor favorita de Amandine.

—¡Timbre! —Gritó el ama de llaves, provocando que el pelirrojo corriera hasta aquella puerta que no dejaba a la vista el rostro de los visitantes...

—¡Bienvenidas! —Las saludó cordialmente.

—"No hace falta la cortesía" —Escribió.

—¡Pasen!, antes de que cierre la puerta —Pronunció con un tono de enojo —¿Mejor?

Luci no pudo evitar sonreir, le hacía gracia sus acciones. Se tapó la cara para que no notase la boba cara que tenía.

—Hola Stefan, ¿y tus padres? —Preguntó.

—En la sala, allá —Señaló; Ariane fijó su vista hacia esa dirección y ambas se adentraron.

—Hola señoritas —Saludó la pelirroja, levantándose del sillón.

—¡Buenas! —Las dos estrecharon las manos.

—Los niños pueden ir a jugar y nosotros nos quedamos a charlar aquí —Propuso el padre.

—Me parece bien —El niño agarró a Lucille de la mano y se la llevó a su habitación.

En el escritorio había una computadora con dos sillas adentradas.

—"Linda computadora" —Escribió.

Luci, cuando tenía cinco años, su padre le compró una junto a varios videojuegos y ambos se la pasaban todo el tiempo jugando.
Recordar eso le dolió en el corazón.

—¿Sucede algo? —Interrogó mientras se sentaban.

—"Mi papá me compró una cuando pequeña" —Una lágrima brotó, se quedó quieta con la mirada perdida en la pantalla.

—Hablando de eso, ¿dónde está tu papá?. Me gustaría conocerlo —Sonrió cálidamente.

Su mano se dirigió al techo, señalándolo y sin apartar la mirada del aparato.

Stefan se sintió culpable, «no debí preguntarle» pensó entristecido.

—Oh, ya veo... Lo siento mucho —Puso su mano sobre el hombro de su amiga.

Lucille observó al niño y sin más, lo abrazó con todas sus fuerzas en el intento de calmar su llanto...

Continuará...

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¡Espero les haya gustado!

AdharaCM

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