Papá está sentado en el sofá viendo la televisión, absorto en un partido de baseball, a tal punto que ni se percata de mi llegada. Subo a la habitación de mi madre y la encuentro sentada en el borde de su cama ordenando unos papeles, recibos al parecer.
-Hola- La saludo apoyándome en el marco de la puerta.
-Hola- Deja de hacer lo que estaba haciendo y sonríe con aire satisfactorio -Veo que te está dando resultado eso de volver a ser amiga de Eve.
-Extrañamente sí- Extrañamente, pues se podría decir que no hago amigos con facilidad; no caigo bien a las personas y tampoco me interesa lo suficiente como para intentarlo. Me dirijo a mi habitación y me tumbo boca arriba en la cama; en el techo, las estrellas plásticas que brillan en la oscuridad se ven muertas cuando la luz está encendida, parecen pequeñas manchas de color amarillo pálido; las pegó mi padre cuando era pequeña y me aterraba la oscuridad, en ese entonces eran mágicas; ahora solo son restos de mi infancia en fragmentos de plástico. Alargo mi brazo para alistar la alarma del despertador para mañana y sobre este veo una nota, la cojo entre mis manos y leo: "Te espero en tu lugar favorito para que puedas seguir mirando eso que te gustó tanto. S." No lo puedo creer, sonrío y siento como algo se enciende en mi interior, algo que creía extinto. Giro y me tumbo boca abajo, no puedo evitar volver a sonreír (si es que he dejado de hacerlo en algún minuto) y mover mis pies frenética. Voy hacia el armario y me pongo vaqueros oscuros y una blusa de gasa, introduzco mis pies en mis converse blancas y subo la cremallera de mi chaqueta en caso de que haga frío afuera.
-¿A donde vas tan arreglada?- Volteo y me sorprende mi madre parada junto a mi escritorio.
-A ver a... Samuel- Respondo avergonzada, salgo rápido de mi habitación esperando ser detenida por las mil razones de porqué no puedo ir, pero para mi sorpresa no me impide el paso y me deja ir.
-¿Así y nada más? ¿Dejas que me vaya sin cenar, de noche y a encontrarme con un chico que apenas conozco?- Le pregunto incrédula.
-Se le llama adolescencia- Sigo sin poder creerlo -Vuelve antes de las 10:00 que tus medicinas son por horario.- La abrazo y le doy un beso en la mejilla, se sorprende ante mi repentina muestra de afecto y yo me apresuro a salir de casa antes de que cambie de opinión. Por lo poco que conozco a Samuel, distingo la ironía en la nota; rodeo el parque, camino tres manzanas y doy con las puertas de vidrio de la farmacia, la cual de noche se ve de lo mas espeluznante, y este frío que me cala hasta los huesos no contribuye a que la situación mejore.
-Miren quien se dignó a aparecer- Oigo una voz ronca y masculina con el infaltable sarcasmo y se que Samuel se encuentra detrás mio. Me relajo al instante, no se si soportaría un segundo mas sola en este ambiente tétrico que ya logró erizarme los vellos de la nuca.
-Pregunta- Ladeo mi cabeza y me acerco hacia él -¿Cómo diablos has hecho para poner la nota en mi habitación?
-Dejas la ventana abierta y el árbol de la entrada facilita las cosas.- Lo dice como si entrar a hurtadillas en casas ajenas fuera de lo más natural.
-¿Y nadie se dio cuenta?- Comienza a incomodarme la idea de Samuel solo en mi habitación.
-Soy un ninja- Levanta una ceja y me guiña un ojo, no puedo evitar reírme.
-No crees que entrar en la casa de una chica a la cual casi no conoces es algo... no lo sé, ¡PSICÓPATA!-Digo agitando las manos.
-Tomaré eso como un cumplido- Es increíble -Además es tú culpa.
-¿Mi culpa?- Ahora si que estoy confundida.
-Tú no me diste tu número ¿cómo querías que me comunicara contigo?
-Lo siento, no quise herirte pero no suelo darle mi número telefónico a la gente que no conozco- Replico con falsedad.
-Mala decisión, ya ves lo que pasa- Dice señalándose a él mismo -¿Te apetece algo de comer? muero por un helado. -Miro mis zapatos con desilusión, aún no le he dicho que estoy enferma, aunque tampoco debería, dado que es un completo extraño... aplazar un poco mis momentos de normalidad antes de que se esfumen para siempre no afectará en nada.
-No tengo hambre, pero te acompaño- Miento. Caminamos un rato por la acera que está desierta, lo lógico a estas horas de la noche, y nos detenemos en la heladería mas empalagosa que he visto en mi vida, toda pintada de colores chillones y del techo cuelga un letrero resplandeciente "Rainbow Paradise". Samuel le dice algo a la vendedora y esta le entrega un helado color azul anilina.
-No comentes, este es el único lugar en que venden este helado.- Me explica.
-¿Y que hace tan especial a este helado?- Pregunto entre risas.
-Tiene sabor a algodón de azúcar y goma de mascar- Señala con admiración.
-Que asco.
-¿¡Cómo te atreves?!- dramatiza como si lo que acabara de decir fuera un ofensa colosal.- Esta es la mejor combinación existente en la historia de los helados- Verlo tan encantado con un helado repugnante de una tienda para niños pequeños me resulta adorablemente absurdo; luego de pagar lo que me parece una obscenidad por un helado de ese tipo, caminamos en dirección al parque.

ESTÁS LEYENDO
Esperanza de atardecer
Teen FictionPara Audrey su vida no tiene sentido alguno, la desgracia últimamente la persigue como un depredador; mas ahora que su salud a empeorado críticamente se siente débil, muerta por dentro, incapaz de volver a irradiar esa luz que la hacia ver la vida c...