Capitulo 8

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-Audrey... ¡Audrey!... ¡Audrey Henderson!- Me incorporo sobresaltada y Eve me mira con desconcierto. 

-Lo siento ¿que decías?- Digo, pero aún sin prestar mucha atención.

-Llevo hablándote más de 10 minutos, se puede saber ¿que te pasa?

-Nada... sólo... no sé... supongo que...- Bacilo un momento -Dormí poco- Logro decir al fin; miento porque simplemente no se me ocurre como explicárselo. Abre extremadamente los ojos, salta eufórica y comienza a chillar.

-¡Es un chico! cuéntamelo todo- Literalmente todo el pasillo está observándonos, pero no parece importarle.

-¿De qué hablas? ¿Cómo estás tan segura de que es un chico?

-Sexto sentido- Dice adulándose -¿Es guapo?

-¿Ok?... En primer lugar tranquilízate, en segundo... hay un problema- Eve hace un ejercicio extraño con los brazos hacia arriba y se tranquiliza, o lo aparenta por lo menos.

-¿Que tan malo puede ser?

-No te imaginas cuanto- Le aseguro -Verás... hasta ahora todo va bien, pero es evidente que eso es porque no le dicho que estoy enferma, y apenas lo sepa dejará de tratarme con normalidad y comenzará a tratarme como su caso de caridad o simplemente dejará de hablarme- No puedo evitar sentirme patética y estúpida con esto de hablar de chicos con Eve.

-Cuéntaselo y ya está, si le gustas no le va a importar que no sepas hacer pis, de lo contrario, no te merece, es un imbécil y tienes que seguir buscando, ya sabes... muchos peces en el océano y todo eso.- Lo dice con tanta seguridad que casi me lo trago, lástima que no sea así de simple.

-Si... tal vez tengas razón- Le doy un puñetazo en el hombro -Y si se hacer pis- Saco mis libros de literatura y caminamos por el corredor hacia el aula correspondiente.

                                                                                           *  *  *  *  *  *  *  

Mamá pasa por mi y no necesita decírmelo porque ya sé de sobra que vamos de camino al hospital. Opto por no pensar en eso y respirar hondo. Ella intenta conversar de cosas triviales conmigo para relajarme, pero está igual de nerviosa que yo.

Caminamos por el amplio pasillo, el cual está completamente aseado y blanco; doctores de batas blancas y pecheras turquesa rondan por todas partes. Entramos a una de las salas de diagnóstico y el Dr. Campbell se encuentra atrás de su escritorio tecleando en su ordenador, se percata de nuestra llegada y hace ademán de que entremos.

-¿Cómo está mi paciente favorita?- Guardo silencio y mi madre se limita a sonreír. La enfermera me pasa una toallita antiséptica por el brazo e introduce la aguja metálica en mi pálida piel, hago una mueca de dolor y suelto algo parecido a un graznido. A medida que empuja el émbolo, siento como el químico se abre paso entre mis venas, cavando con su veneno hasta que ya no lo siento más. Me pone una bandita y el doctor se acerca a mi madre para hablar con ella. Detesto cuando hacen eso, hablar de mi como si no estuviera presente. Aprovecho el estar sentada en una camilla mas alta de lo usual para balancear mis pies hacia adelante y hacia atrás.

-Por ahora los exámenes han indicado que los riñones de Audrey siguen sin perder funcionamiento- Le explica el doctor a mi madre, abriendo una imagen en su ordenador y señalando unos gráficos complicados de entender.

-Si no he presentado rastros de haber empeorado ¿porqué aumentar la dosis?- Le suelto.

-Audrey...- Me corta mi madre y su mirada hace que me quiera esconder.

-Porque los antibióticos están comenzando a causarte daño y no nos podemos dar el lujo de arriesgarnos a eso, sabiendo lo poco probable que sería una buena rehabilitación si algo falla, lo mejor es irnos a la segura e inyectarte.- Claro porque tú no eres al que se las entierran, pienso, pero no digo nada y asiento en señal de que he comprendido. 

                                                                                 *   *   *   *   *   *   *

Hasta hace unos instantes no había caído en la cuenta de que Samuel no va al instituto, ¿irá a otro distinto o estudiará en casa? Se lo preguntaré la próxima vez que lo vea... La próxima vez que lo vea, no suena tan lejano después de todo. Las magnolias del jardín trasero ya han florecido y su perfume inunda hasta el último recodo de la casa. Intento concentrarme en mantener mis ojos en las páginas del libro, pero mi mente está en otro lado. Los rayos anaranjados del crepúsculo ya comienzan a aparecer, y no sé si se debe a que llevo ya tiempo sentada en esta silla plástica afuera en la terraza, o por el frío característico de la tarde, pero un escalofrío recorre mi espalda. El bolsillo izquierdo de mis pantalones, en donde guardo mi celular, emite un sonido bibratorio de no más de tres segundos. Veo la pantalla.

¿Te gustan las sorpresas?  Mensaje de Samuel, no puedo evitar sonreír.

Si te soy sincera, no. Detesto estar intrigada.  Respondo.

Tengo una que de seguro te va a gustar.  Rio para mis adentros ante lo equivocado que está.

Gracias, pero lo dudo... Pregunta: ¿Porqué no vas al instituto?  Aprovechando el momento...

Si aceptas venir mañana a mi casa por la noche a cenar, te lo digo.

Ni hablar, te dije que odio estar intrigada.

Entonces con mayor razón vendrás.

Odio que tengas razón.  Le escribo al cabo de unos minutos.

Te veo mañana.  Meto el celular en mi bolsillo e intento seguir leyendo, pero mis pensamientos se desvían a lo que pasará mañana, quiero volver a verlo, pero eso significaría contarle, pues me invitó  cenar. Bueno... fue genial mientras duro, ahora devuelta a la realidad. El cielo se comienza a teñir de negro, así que entro a la casa y subo a hacer mis deberes.



Esperanza de atardecerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora