VII. Los Pensamientos de un Felino. Parte II

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Escuchaba el sonido del despertador de Ichigo, pero estaba muy a gusto echado sobre su pecho, escuchando su  corazón y notando su respiración, y ni siquiera abrió los ojos cuando notó que el shinigami sustituto se movía para apagar ese infernal ruido. Lo escuchó bostezar y, segundos después, como las manos del pelinaranja se colocaban a ambos lados de su cuerpo y comenzaban a levantarlo.

“No me muevas” pensó sin apenas fuerzas y abriendo ligeramente los ojos.

- Me tengo que levantar – le dijo, casi en un susurro.

Aunque no le apetecía que Ichigo se fuera, Grimmjow volvió a cerrar los ojos y dejó que le apoyara a uno de sus lados para que él pudiera levantarse. Notó como el peso a su lado descendía al sentarse Ichigo en la cama.

- ¡Sí! – le escuchó gritar.

Grimmjow pegó un bote del susto que le había dado y luego se giró para poder ver como Ichigo saltaba de la cama.

“¿Y ahora que mosca le ha picado? El otro día no quería levantarse, ¿cómo es que de repente tiene ganas de ir al instituto?” se preguntó el espada, sorprendido.

El felino sacudió la cabeza, se estiró en la cama para, después de poner de pie, subirse al alféizar de la ventana de un solo salto. La vista de una ciudad nevada entró por las retinas de los felinos ojos del espada, el cual quedó unos segundos anonadado, contemplando el paisaje.

“Nieve. ¿Y qué más da que haya nieve?” pensó y llamó a Ichigo con un maullido.

El shinigami sustituto no tenía aún puesto el jersey cuando Grimmjow giró la cabeza, y pudo fijarse en el bien formado torso del muchacho. El espada quedó paralizado unos segundos.

“Lo que haría yo con ese cuerpo…” sacudió la cabeza  “Para, para, para, para… ¿he pensado yo eso?” dijo y miró hacia Ichigo de nuevo, pero ya casi se había puesto el jersey.

- Si nieva mucho, suspenden las clases. Con un poco de suerte no voy o vengo antes. – dijo con una amplia sonrisa en su rostro.

“Esa sonrisa…” pensó y luego se abofeteó mentalmente.

Bajó del alféizar con la imagen de un semidesnudo Ichigo en su cabeza. Se colocó sobre el colchón mirándole y se sentó. Vio como se metía el móvil y la cartera en los bolsillos de atrás del pantalón y luego lo vio dirigirse a la puerta. Pero le sorprendió que, antes de salir y con la puerta abierta, se girara hacia él con una sonrisa.

- ¿No bajas a desayunar? – preguntó.

“Eres un idiota” y si hubiera tenido su verdadero cuerpo, hubiera mostrado una cariñosa sonrisa, aunque él no terminara de aceptarlo del todo. Bajó de la cama sin pensárselo dos veces y pasó por delante de los pies de Ichigo, directo a la cocina.

Las escaleras de aquella casa se le resistían todavía debido a su pequeño tamaño pero, gracias a su agilidad, bajarlas no había sido un problema en esa ocasión. Cuando llegó al salón, el padre de Ichigo y su hermana Karin estaban sentados en la mesa, mientras que la dulce Yuzu, que a sus ojos era la mejor de toda la familia sin contar con el shinigami sustituto, les servía el desayuno.

- ¡Grimmjow! – gritó la muchacha.

Se quedó en el sitio mientras veía como la más pequeña se acercaba a él y se arrodillaba a su lado. Le enseñó un trozo de carne que dejó que comiera mientras le acariciaba la cabeza. Luego la vió girar el rostro hasta su hermano mayor, que acababa de entrar en el salón.

- ¿Hoy sí lo dejas salir? – preguntó la morena. Grimmjow la miró.

“¿Qué hay de malo? Yo también merezco un poco de libertad, ¿sabes?” pensó amenazadoramente, pero ni siquiera bufó.

Un Felino De Mascota ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora