La tarde cayó sobre la ciudad de Barcelona y comenzaba a acercarse el momento más importante para la vida de Diego. Su amor, aquel amor por el que tanto luchó, por el que padeció muchos infortunios, pero gracias al que vivió las experiencias más felices de su vida y por el que dio su vida en muchas ocasiones, finalmente llegaba a su punto máximo con su oficialización, ante los ojos de Dios. Esa tarde, Diego sería llevado al altar por su padre, su hermano Horacio, sus tíos Luque y Katina y por Andrés, quien también se ofreció como caballero de honor en la boda. Mientras esperaba la llegada de la novia, su rostro se mostraba triste.
- ¿Qué sucede? ¿Por qué estas triste hoy? - preguntó Katina, que había sido designada como madrina de la boda.
- Extraño mucho a mi mamá. Hubiera querido que esté aquí con nosotros. La recuerdo y mi corazón me estalla - respondió Diego con tristeza.
- Muchacho... No estes así. Piensa siempre que ella estará aquí - dijo Katina poniendo su mano en el pecho de Diego - y de aquí no saldrá. Siempre estará para cuidarte y velar por ti, desde donde esté. Y hasta pienso, que debe estar observándote desde alguno de los púlpitos de esta enorme iglesia.
Diego se emocionó con las palabras de su tía y tomándola fuertemente de la mano, se la besó. Katina respondió dándole un abrazo para calmarlo.
En ese momento, comenzaron a sonar los acordes de la marcha nupcial. En el momento que sonaba el tema ritual de cada casamiento, asomaba la imagen resplandeciente de la novia. Perla venía ataviada con un hermoso vestido de seda blanca, el más hermoso que se pudiera imaginar, y que fuera diseñado por su madre y obsequiado especialmente para la ocasión. Ante la ausencia de Babi, Daniela fue la encargada de entregárselo, ya que fue especialmente instruida por su hermana durante el último contacto telefónico que tuvieron. Aquel vestido, fue una debilidad de Perla desde que era una niña, ya que siempre le gustaba observar las prendas que diseñaba su madre y al observar este vestido, ella quedaría maravillada con él y le diría "Mamá, cuando me case, quiero un vestido así".
Perla avanzaba a paso lento por la iglesia, acompañada por Alex, quien había sido elegido para oficiar de padrino, ante la triste ausencia de Gustavo. Detrás de la novia, Valentina y Valeria, sus dos inseparables amigas, oficiaban de damas de escolta, llevando en alto la cola del vestido, mientras que Daniela cerraba la fila esperando llegar para ubicarse en la primera fila, al lado de Hugo.
Cuando Diego recibió en el altar a Perla no podía salir de su asombro. Nunca la había visto tan hermosa y quizás, hasta se dejaba llevar por la emoción del momento, ya que no podía creer como esa mocosilla que alguna vez supiera abofetearlo por un vaso de café derramado, ahora estaba frente a él, vestida con el traje más bonito de novia y pidiéndole la unión eterna.
Ambos se posicionaron y en ese momento, el celebrante comenzó con la misa. La cosa venía a ritmo normal... Hasta que el móvil de Hugo empezó a sonar. Se había olvidado de apagarlo, por lo que el sonido del aparato interrumpió el normal desarrollo de la boda. Hugo se excusó y salió a ver si podía atender. Pero cuando llegó afuera, el móvil mostraba un número muy extraño, que al atender no se escuchaba nada. Era todo muy raro...
Aquel llamado haría que Hugo salga fuera de la iglesia. Pero en ese momento, y por escasos segundos, al mismo tiempo que él estaba saliendo, ingresó al templo una mujer vestida con un sobretodo blanco. La boda continuaba, pero al momento en que la mujer ingresaba, Perla sintió una brisa que la hizo voltearse hacia atrás, descubriendo a esa mujer. Ambas se reconocieron y las lágrimas comenzaron a brotar de los ojos de la novia. Después de mucho tiempo, Babi había retornado a Barcelona y lo hizo en el día más especial de la vida de su hija. Ingresó a la iglesia y fue a acomodarse al lado de su hermana. Dani se puso muy feliz de volver a verla, sin embargo, la notaba muy cambiada. Había cambiado demasiado físicamente. Babi se sentó y desde su lugar saludó a su hija levantándole el pulgar derecho y guiñándole un ojo. Al terminar de acomodarse, saludó a su hermana y preguntó