Hugo se había ido muy mal, de su casual encuentro con Babi en el cementerio. La novedad de que había tenido un hijo y que ni siquiera lo había imaginado, volvió a hundirlo en el dolor. Avanzó tres cuadras con su camioneta y frenó muy mal, en el medio de la calzada. Completamente desconcertado, no podía centrar su atención en el camino, por lo que decidió dejar el coche estacionado y volver al trabajo por otro medio. Afortunadamente, en la esquina encontró una gasolinera, donde dejó su camioneta y fue en búsqueda de un taxi para ir al trabajo.
Al llegar a los cuarteles generales de Seat, sus empleados lo recibieron con asombro y alegría, aunque él poco pudo responder ya que fue a encerrarse a su bureau. Romeo al verlo llegar lo siguió hasta dentro de la oficina, donde Hugo retomaría su lugar después de casi dos semanas.
- ¿Qué? ¿Qué estás viendo que estas ahí parado? – preguntó Hugo a Romeo, que se había quedado esperando a que diga algo.
- Pues jefe, estoy esperando que diga algo. Entró rápidamente y no dijo nada.
- Algo – respondió Hugo sarcásticamente - ¿Conforme?
Romeo no iba a permitirle a Hugo que le falte el respeto, por más jefe suyo que fuese.
- ¡Señor, por favor! ¡Estamos ante una situación complicada! Han habido errores en los balances de las últimas semanas y se han producido pérdidas importantes. ¡Lo necesito entero, por favor!
- ¿Qué acaso no tenemos un maldito subgerente que pueda estar a nuestro cargo? – preguntó Hugo muy molesto.
- Usted sabe perfectamente que es el único que puede hacerlo. Y lo hace muy bien – respondió Romeo y dicho esto, dio media vuelta y se fue.
Hugo se reclinó en su asiento y pensaba muy seriamente en todo lo que estaba pasando. Pero para rellenar el cartón, ese día no iba a tener paz. Una visita inesperada, irrumpió en su oficina completamente enfurecida: Daniela, la hermana de Babi, ingresó de manera violenta y enfrentó crudamente a Hugo.
- Lo siento señor, no pude hacer nada. No la pude detener, vino como un huracán – se excusaba Romeo.
- Retírate Romeo. Déjanos a solas. – pidió Hugo.
Daniela lo miraba reprobante y muy enojada. Esa mañana en la que Babi había ido al cementerio, había sido llevada por Daniela, quien también la rescató de allí adentro cuando quedó llorando frente a la tumba de Gin. Descubrió a su hermana lamentándose por lo que había sucedido y se la llevó de regreso a casa. Dani ya conocía la verdad respecto a la paternidad de Hugo y al escuchar el relato de su hermana, sobre el encuentro que tuvo con él, decidió ir a enfrentarlo. En sus manos, llevaba el sobre con los resultados del ADN.
- ¿Qué demonios quieres tú aquí? – preguntó Hugo con tono airado.
- Eres una porquería. No sabes lo que está sufriendo mi hermana por su hijo y ahora tú vienes y le haces esto. ¿Qué carajo pensabas, eh? – respondió Dani muy enojada.
- ¿Y quién eres tú para presentarte en mi oficina y decirme todas estas cosas eh? – repreguntó Hugo más enojado aun.
- Solo sé que estas comportándote como un pendejo. Ni siquiera sabes un gramo de la realidad y te crees con autoridad para tratar así a todo el mundo – volvió a responder Daniela.
- El que andes de amoríos con mi hermano, no te habilita a que quieras venir a hablarme en ese tono. ¿Acaso olvidas que tú no eres un gran ejemplo a seguir? – atacó Hugo.
Daniela se sorprendió con lo que Hugo acababa de decirle. Sabía muy bien que con esa insolencia, hacía referencia a su pasado de niña rebelde, producto del cual había tenido a su hijo Andrés, sin saber nada acerca del padre de la criatura. Enfurecida con el golpe bajo que le diera Hugo, arrojó el sobre con los papeles sobre su escritorio y respondió: