Capítulo treinta y cinco: Límite de la abstinencia.

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Abrí la llave de la tina antes de acomodar al niño en la cama, no hacía movimiento alguno aún así que no me preocupaba no estar presente a su lado el cien por ciento del tiempo, el Bestia había salido hace un rato y yo no podía ir con él con un niño desnudo. Cuando volví al baño lo vi, sentado en la taza con un cigarro en la mano estaba el naiko, me metí en la tina recordando que sólo eran alucinaciones y pensando que se veía bien, me recosté con el agua y la espuma hasta el cuello.

– No sé que hacer – Susurré – Y no me mires así que tengo un maldito lío en la cabeza – Prendió el cigarro para darle una calada – No creo que pueda ser papá así de rápido weón – Sonrió aún en la taza – Todos se preparan mínimo seis meses y él es tan pequeño y la caga que me mandé tan grande – Nos mantuvimos en silencio, en realidad yo era el único que hablaba – Voy a terminar con el Oscar – Frunció el ceño mientras botaba el humo – No me mires así, es que necesito pensar por mi cuenta y él no me deja – Rodeo sus ojos burlándose de mi – Estoy confundido weón – Escuche al bebé incómodo y él sonrió asintiendo.

No sabía cuánto llevaba en la tina, me levanté y me di una ducha rápida, lo último que vi fue cuando el Naiko se levantó de la taza y salió hasta la cama, no le presté mucha atención el champú me obligaba a cerrar los ojos. Salí a la rápida con la toalla en la cintura cuando escuche su llanto, la ventana abierta había provocado que le diera frío, ¿cuando abrí la ventana? No me acuerdo.

– ¿Estabai fumando? – Soltó el Bestia al abrir la puerta de la casa.

– No, me estaba bañando – Tomé al niño aún con el cuerpo algo mojado.

– Nico no podí fumar con la guagua aquí po' – Lo miré extrañado.

– No estaba fumando Bestia, si yo no fumo – Se acercó a cerrar la ventana.

– ¿Y esto? – Un cigarro a medio consumir estaba en la ventana.

Levanté los hombros sin prestarle atención, el llanto del chico me estaba estresado – Pásamelo – Susurró – Te vas a resfriar si sigues así – Me fui al baño para terminar de vestirme – Tenemos que hablar – se asomó en el baño con el chico ya en silencio – Me tengo que ir unos días al norte, mi viejo necesita ayuda – Asentí con el corazón en la mano.

– ¿Vas a volver? – Sonrió acercándose a mí.

– Obvio amor, son tres días no más – Sus labios dieron con los míos en un beso cálido -– Le compré unas ropitas al chico para que se vea digno – Rió – Igual no es mucho pero así puedes ir a inscribirlo sin que la gente te mire raro – Asentí saliendo del baño a la cocina.

Estuvimos jugando un rato con el niño, le probamos la ropa con la que sinceramente se veía sumamente adorable, el Bestia arregló un bolso con ropa para cuatro o cinco días y se despidió de ambos. No quería quedarme solo pero, ya no había otra opción sobre la mesa, podría pensar en la respuesta a su pregunta de la noche anterior y que haría con el niño. Me estaba quedando sin dinero y criarlo salía bastante caro, no podía pedirle ayuda a mi papá si pensaba darlo en adopción y aún tenía que ir al registro civil a que lo inscribieran. Me recosté en la cama con el zorzal dando vueltas por la pieza y el niño a mi lado con un traje azul.

– ¿Qué haré contigo? – Susurré acariciando su rostro.

Algo en mi pedía a gritos que me lo dejara pero, por otra parte el miedo a fracasar era mayor. Al final me dormí bastante cansado y desperté al rato cuando alguien tocó la puerta, al levantarme vi que ya había oscurecido y el chico estaba despierto a mi lado quizás hace cuanto rato. Pasando por la cocina encendí el hervidor para preparar la mamadera y abrí la puerta. Un Jaime salvaje apareció, no, de verdad estaba como un salvaje, fue necesario sólo un empujón para que me dejara pegado al otro extremo del dormitorio

Hasta que mi cuerpo aguante [Historia Gay] (GOTH)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora