Capítulo treinta y tres: Conchesumadre.

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¿El velorio? Bueno el velorio fue rápido, en realidad pareciera que los papás no estaban ni ahí con los cabros pero, después uno pensándolo bien, ambos funerales fueron a ataúd cerrado por razones obvias; uno cayo siete pisos y el otro llevaba muerto quizás cuanto tiempo; así que no había mucho que hacer a parte obvio de acompañar a los viejos y despedirse de nuestros amigos. Llegaron al lugar tipos de quizás que población a dejar flores y estaba lleno de afeminados, la cara de los familiares de incomodidad se notaba a leguas cuando entraban o salían del lugar.

Al final se los llevaron para el norte a ambos para enterrarlos y obvio que no pudimos ir. En realidad queríamos, teníamos el auto del Bestia que nos podía transportar pero, a la mamá del Yelo le dio la weá y nos trato pésimo culpándonos de la muerte de ambos en su desesperación, gritando que el Jaime era el peor primo por no cuidarlo y sacarlo de la droga cuando pudo; cosa difícil realmente, el Yelo estaba metido hasta más arriba de la cabeza en la coca y el Naiko, el Naiko se metía lo que le ofrecieran; bueno, cuento corto los cabros se enojaron y las trataron mal de vuelta, haciendo que ambas llorarán como niñas, por mi parte deje la pelea en la mitad y me fui caminando a la casa. Necesitaba despejar la mente y ver si encontraba algún lado o weón donde comprar, me estaba angustiado de una manera horrible, tenía mi labio inferior roto de tanto morderlo y me había comido las uñas hasta de los pies, no literal por supuesto.

Al final no encontré ningún weón pese a que recorrí cualquier bar en el centro de la ciudad, andaban todos urgidos quizás pensando que era detective encubierto pidiendo drogas tan cuaticas, todos me ofrecían porro que obviamente no acepté, no era lo que necesitaba en éste momento. Subí al departamento con los pies destrozados tanto caminar y me encontré con el Bestia sentado en la puerta esperándome, reí cuando me quedo mirando.

– Llevo mil horas golpeando – Susurró.

– Mentiroso, si nos separamos hace cuarenta minutos – Sonreí abriendo y tendiéndole la mano para que se levantara.

– Para mi fueron mil horas – Me besó con rapidez antes de entrar a la casa, lo tiré de vuelta al pasillo.

– ¿Te da vergüenza darme un beso? – La angustia me había tomado el pecho.

– Obvio que no, la costumbre de no mostrarme no más – Me abrazó con fuerza cuando el pájaro salio volando hasta la cabeza del Bestia.

Al final me dio un beso antes de entrar a la casa mientras el animal le tiraba el pelo y yo intentaba tomarlo para que no le diera por volar por el pasillo.

Estos últimos días han sido de pensar puras weás, la principal y la que me carcomía la cabeza todas las noches era que el Bestia me dejaba por otro weón y me volvía a quedar solo en un departamento sucio. La angustia se apoderaba de mi obligándome a meterme a la ducha y llorar, lo último que quería era que me viera inseguro frente a todo lo que estaba pasando. Estábamos ya acostado, pero mi mente a full no me dejaba descansar, despertaba cada media hora saltando en la cama con distintas sensaciones, decidí pararme al baño cuando sonó el timbre.

– Deja levantarme – Susurró el Bestia sentándose en la cama y tomando el teléfono cuando me ponía los pantalones – Son las cinco weón, ¿a quien se le ocurre venir a esta hora? –

Levanté los hombros acercándome a la puerta, solo pedía que no fueran mas noticias malas pero, dicen que cuando viene lo malo a tu vida llega todo junto. Al abrir sólo encontré una caja de cartón humedecida llena de hongos con un papel sobre ella.

– Una bomba – Susurró el Bestia tomando el papel con cuidado y lo leyó en voz alta mientras yo caminaba hasta el ascensor en busca de alguien a quien culpar por la bromita– Nos acostamos hace nueve meses en una fiesta en San Pedro – Me giré a verlo y frunció el ceño – Te presento a tu hijo, si no lo quieres entrégalo a un centro de adopción yo no quiero saber nada de él, no tiene nombre, nació hace tres días, no está inscrito pues lo tuve en mi casa para evitar el papeleo. Me costó encontrarte pero, eres conocido en el norte. Suerte Nicolás – Se agachó a mirar dentro de la caja mientras yo me acercaba.

Hasta que mi cuerpo aguante [Historia Gay] (GOTH)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora