XII

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La efímera noche de frío, la fiel compañía de los que vivimos caminando buscando un lugar, donde quedarnos a pensar.
Se me hacia imposible, cuando estaba sólo sin más que pensamientos inoportunos, recordarla.
La vez que conocimos la nieve, por las calles de San Bernardo, el olor de las almendras desechas, el árbol de aguacate.
Nos sentábamos en un banco, mientras nos tomábamos de las manos (ella recostada en mis piernas) sabíamos que el simple hecho de tomarnos las manos nos daba el motor que necesitábamos, cada uno, para empezar las mañanas.
No, ella no era perfecta, ni yo tampoco, pero sabíamos que, lo que importaba no era como nos viéramos el uno al otro, si no como nos viéramos el otro a uno.

Sabíamos que al final de la noche, terminaríamos arrancando un par de aguacates, con el fin de devorarlos; para después, por desgracia suya, acabar en una especie de guerra con semillas. Era eso, lo que hacia de nuestra existencia una utopía; no el capricho por el esplendor, aunque luchaba contra su atelofobia.

De repente es triste, pensar lo que debí haber dicho en su momento; ahora ya no queda nada, solo informar a mi mente de la tristeza y la destrucción de lo que para mi significaba la gloria.

Me sentía sumamente solo, cuando volvía a mi casa, sin el gato callejero, sin la flor de goma, y sin ella. Ahí era cuando me daba cuenta que estaba más solo que de costumbre, viejo, y muriendo de amor.

Llegaba para preparar un café, había de mojar el dedo índice y probarlo. Brindaba a mi salud, por una que ya ni sabia, más solo que la luna.

Tomaba el café sin ella, y sabia que tomar el café sin ella, era como morir de frío en verano, o morir de verano en el frío.

Era triste, juro que era triste, a mi cuarenta y tantos; donde, como diría Cortázar, tenemos los ojos en la nuca, mirando desesperadamente para atrás. El pasado específicamente.

-que es lo que debo hacer ahora?

-lo que te hace feliz -dijo mi madre. -lo que te hace feliz, es eso lo que tenes que hacer.

-Llegué al punto de no saber ni que es lo que me hace feliz. -le dije. -últimamente me paso mirando desesperadamente para atrás, es inevitable, y lo peor es que no me hace muy feliz que digamos.

-cuando pasas la cuarta década se te hace inevitable eso, realmente. Pero hijo, no debes dejar que el pasado deje nulo tu existencia actual; la vida, tanto como la felicidad consiste en pequeños instantes. No debemos autoafligirnos por el hecho de no poder cambiar lo que nos toca vivir; mi vida, la tuya, y la de cualquier humano es así, una mezcla de risas y llanto.

-la verdad -le dije. -yo cuento con los dedos de la mano los momentos felices; pero así como cuento, un momento malo equivale a cinco momentos buenos.
La felicidad es compleja, no como vos decís; mejor dicho, para una madre es fácil decirle a un hijo "lo que te hace feliz, es lo que debes hacer" pero para el hijo, saber lo que le hace feliz, o lo que quiere, se le hace una de las luchas más complejas dentro de uno mismo.
Para el hombre moderno quizás no, cree saber lo que quiere, pero lo que según el quiere, no es más que la ilusa sensación de creer saber. Llegar a la conclusión de lo que a uno realmente le hace feliz, no es tan fácil como vos crees, en realidad representa uno de los problemas más difíciles por la que pasa un ser humano.

-si, podría ser cierto -dijo mi madre. -Pero si te pasas mirando desesperadamente para atrás, como sabrás lo que te hace feliz? Vos te quedas horas mirando el café y no tomas. Quizás ese sea tu error, especular en demasía y no actuar.
Si no tenes la capacidad de proclamar que el pasado ya pasó, te vas a quedar horas imaginando tu vida como sería, y no como es.
A que felicidad pensas llegar así? Se te esta pasando la vida en especulaciones.

-a la par que seguía mirando el café. -especulaciones... -dije.

-ah! Por cierto, recibiste una llamada de una tal Arlette.

-Arlette! -dije entusiasmado. -que dijo?

-solo preguntó por ti, dijo que volvería a llamar.

Agarré el teléfono de inmediato y le marqué. Estaba esperando una llamada que según Chamán King debía esperar, pero no sabía si sería esa. De todos modos quería saber de ella, de Lenny y de Ricky.

-Arlette?

-Bruno!

-como has estado? Dijo mi madre que me habías marcado.

-bien Bruno. Si, te marqué, quería saber de ti.

-si, lo sé, debí haberte marcado antes.

-no importa. Sabes? Ricky volvió, estamos investigando el suceso.

-de eso quería hablarte, creo saber quien es el principal sospechoso.

-nosotros también creemos saberlo y necesitamos verte aquí en cuanto puedas.

-Arlette? Hola? Estas ahí?

Se cortó la llamada y quedé perplejo. Quizás Arlette y Lenny también sabían que Ricky podría ser el asesino. Pero tampoco podía saber con certeza ya que no me dio tiempo de preguntar.
La cuestión es que debía viajar de nuevo a San Bernardo para saber con exactitud.

El sólo hecho de imaginarme la vuelta me estresaba, pero debía hacerlo.

La llamada... -pensé -claro, para aclarar mis dudas debía volver.

SERENDIPIA LIMERENCIA Donde viven las historias. Descúbrelo ahora