Primera parada: nuevo compañero.

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Para todo aquél que les gusta viajar entenderán esta historia. Mi nombre es relevante en este relato, solo quiero plasmar esta historia en un diario, para que el día de mañana mi hijo sepa quien fui. Estoy por cumplir 39 años, y siento una penumbra por dentro que marca que mis años de experiencia se vienen abajo y entro en la edad de los dolores musculares y pérdidas de memoria. Este viaje que voy a realizar, lo planeé hace más de 20 años sin fecha de espiración, mi sueño era cumplir mi viaje.
Llamé a mi mamá, le dirigí la palabra solamente para que no se preocupe por mi ausencia, y aunque no tenía fecha de regreso, decidí decirle que volvería pronto a verla con un regalo y una noticia. En realidad, no planeaba traerle nada, sólo quería que no se preocupe, ya estoy demasiado grande para cargar con alguien a mi lado. Ya tengo todo listo, mochila, todo armado, mis suministros, elementos de botiquín y por supuesto, agua, algo fundamental.
Antes de salir hacia mi destino, debería viajar a buscar a mi nuevo compañero, así que sólo me abrigué y salí en busca de una persona que sería fundamental en este viaje para mi. Alguien que me haría viajar al máximo.

Al fin llegué a la casa de Gabriel, fue un viaje raro. Había colado un cartón de LSD, o como le dicen vulgarmente de donde vengo, pepa. Tuve un viaje raro, al principio me sentí paranoico, principalmente por las personas que me llevaban, eran de religión musulmana. Puse a imaginarme miles de maneras de morir, me sentía en peligro, nunca tuve a unos musulmanes tan cerca mío.
Siempre los veía en la tele, matando o secuestrando gente. Pero a veces las drogas nos hace perder un poco la noción de ubicación, y les hice una pregunta la cual me llevó a caminar 13km hasta el hogar de Gabriel. No tuve mejor idea de preguntarle si "¿alguna vez han matado a alguien?". Me debieron insultar, pero no los entendí. Me bajaron del auto a la fuerza, caminé hasta la casa de mi amigo, llegué transpirando más de lo normal, caía agua por mi cara como si hubiera puesto mi rostro en un heiser. Nos sentamos en su vereda, tiene un lindo hogar. Hace años que no veía a mi compañero de celda, al fin y a cabo, seguía sólo como siempre, sin pareja, ni familia.
Gabriel cocinó un deleitante guiso de lentejas, el cual comí con muchas ganas, moría de hambre. Era como si hubiera vagado por un desierto 40 años "a lo Moisés".
Mañana por la mañana partiremos, un destino deslumbrante nos aguarda.

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