Volver a casa

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Tenía la manos amarradas, tan fuerte, como para detener en el aire a un hipopótamo en caída. Mis brazos estaban violetas de tan fuerte que estaba atado, no podía hacer ningún movimiento sin que ellos quisieran.

Los hombres a mi alrededor junto al hombre de lentes toman objetos con filo, de todo tipo. Entre risas y miradas espeluznantes, cerré los ojos y lo único que quise ver, fue lo que vi. Me vi a mi mismo, hace años, cuando de verdad era feliz. Cuando me drogaba y si tenía a dónde ir, ahora no tengo ni donde ir ni quien me acompañe, y lo más triste es que esperé este momento, que aún así con todo lo vivido y los viajes que tuve, no valieron la pena. ¿y ahora? ¿que sigue?, voy a morir, y no se quien soy, ni a dónde voy, lo único que sé, es que no sé nada.

Estaba a punto de abrir los ojos, cuando al unísono una luz entró en mi visión. Todo a mi al rededor se evaporó, y solo quedé sentado en la silla, aguardando el juicio. El miedo se apodera de mí, lo cual me lleva a algo simple y complejo, repetitivo y único, de otro mundo.

Las extremidades de mi cuerpo sufren un colapso, mis sentidos se alteran, es como si estuviera en el todo y la nada al mismo tiempo. La vista se aclara y todo resulta muy familiar, sentía como si ese lugar fuera mi casa, de la cual nunca tendría que haberme ido; o al menos, eso sentía. Me hubicaba en una silla de madera de una gran sala, muy amueblada. Se me ocurre levantarme e ir hacia la puerta, que al pasar por ella, un gran jardín hacia lucir la casa. Si bien notaba algunas similitudes en todas las casas, que al decir verdad, eran idénticas, la casa en la que me encontraba tenía algo diferente, pero no lo notaba.

Caminando afuera de la casa, veo hortensias, que hace bastantes años no las fumaba. Arranque un gran puñado, y como por arte de magia, saco una pipa del bolsillo de un saco que traía puesto. Para este momento, todo aquello que parecía un sueño, iba tomando rumbo a pesadilla.

Siempre voy a decir lo mismo al fumar hortensias, tienen olor a calabaza. La noche llegaba y las luces titilaban al ritmo de la brisa en los árboles. Me sentía tan sólo, no sólo físicamente, sino de más adentro. Estaba a punto de llorar cuando escucho una voz que me susurra: "Es hora de que te explique todo esto, ¿no?.

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