El Viaje

Gula

Estoy llegando al pueblo. Miro atentamente a ver si reconozco a las personas que quisieron matarme. Veo mucha gente, más de lo que debería haber normalmente. Necesitaba un cigarro, había perdido los míos y el encendedor en la persecución anterior. Decido salir e intentar pedir ayuda. Me dolía mi mano, necesitaba ayuda médica.

Al entrar en un predio que recindia a la orilla de un lago, veo que es una fiesta, una bastante chica, bien de pueblo. Decido entrar a ver si puedo conseguir ayuda.
Al comienzo de viaje cargué con muchas drogas, desde Poxirrán hasta popper (sólo por emergencia). Quería relajarme un poco, pero no tenía fuego, y no daba para pedir ayuda re drogado con algo pesado, necesitaba algo piola. En un papel de aluminio, saco unos hongos secos. Comienza mi viaje.

Había bastante gente, por suerte fui bastante ignorado, así que pude pasar tranca. Veo que en unos de los puestos había bastante gente, estaban dando comida. Empanadas, para ser más precisos. Como todos, me acerqué con timidez, y por un momento, mejor dicho por primera vez desde que había entrado ahí, me sentí mirado. Las miradas volaban y yo también, pero yo mucho más lejos, lejísimos, en otra vía láctea.
El olor de las empanadas era extraño, penetrante, incluso repulsivo. Sólo comí y trague, no pude suponer que sería. Nadie esperaría que en un viaje de amigos en busca de nuevos conocimientos, termines así.

Muerdo la empanada y siento un sabor raro, áspero, difícil de digerir. Rápidamente la escupo, pero aún más rápido que yo, el hombre que daba la comida, hace una señal, y dos paisanos corren a sostenerme, ambos de cada brazo.

El hombre frente a mi, pelado, narigón, cara de falopa y con bigote, me mira a los ojos y me dice las palabras que menos podría esperarme, y las que más me hicieron temblar en años. -Te acabas de comer a tu amigo pibe, bienvenido a la colmena.- Ese fue el comienzo de el viaje. Un viaje que sería difícil de cancelar.