Capítulo 2

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10 de abril de 1912.


Shima reía divertido tironeando de mí con su mano libre, pidiendo disculpas mientras empujaba a los demás tripulantes de tercera clase que como él buscaban sus camarotes. Yo no dejaba de sonreír, Shima apretaba fuerte mi mano entrelazando sus dedos con los míos. El gentío nos observaba, otros nos sonreían por el entusiasmo y excitación de Shima y otros directamente se quedaban mirando fijamente la cinta que cubría mi rostro. Seguramente preguntándose el motivo de por que cubría escondía la nariz. Me encantaba esa aura de misterio que transmitía a la gente. Como sus mentes intentaban buscarle una explicación coherente y lógica en porqué me tapaba. En realidad no ocurría nada raro conmigo, simplemente me gustaba como me quedaba.
Seguimos andando unos minutos más cuando Shima me dio un pequeño apretón en la mano.

— ¡Aquí es!

No me dio tiempo a frenar a tiempo, empotrándome con la mochila de mi amigo, obligándome a sisear por el pequeño tropiezo.

— ¡Joder Uruha!

—Lo siento, estoy muy nervioso.

Shima se quedó enfrente de la puerta de nuestro camarote yo detrás de su espalda. Podía escuchar como su respiración se volvía agitada. Sonreí divertido y apreté su mano, animándole a que abriese la puerta.

—Entremos antes de que las ratas nos devoren. — Dije divertido. — Bueno, quizás a ti sí, eres delicioso como un pato.

Shima me miró con recelo, apretando sus labios en una mueca de enfado.

—Ja ja ja — Me contestó separando las carcajadas, ironizando.

Reí divertido, me encantaba sacar de quicio a Shima. Podía estar horas haciéndolo sin para por simple diversión. Siempre acabábamos pegándonos entre risas, maldiciéndonos el uno al otro. Como si de hermanos nos tratásemos, aunque así lo sentíamos.

—Venga, entremos.

Shima me miró asustado, posicionándose detrás de mí, volviendo a agarrar mi camisola. Realmente era como un niño pequeño a veces, pero esos detalles a día de hoy, los echo de menos.
Abrí el camarote unos centímetros y con sumo cuidado, Shima me había contagiado su nerviosismo. No sabía que me podía encontrar en él y esa sensación de estar completamente perdido invadió mi pecho. La abrí completamente después de unos segundos y me encaminé hacia dentro seguido de Shima, notando su aliento en mi nuca.
El camarote no era muy amplio, paredes blancas, una escotilla a modo de ventana dejando que la luz del sol iluminara el camarote. Dos literas colocadas una enfrente de la otra. Un espejo de madera empotrado en la pared y dos pequeños armarios. Simple pero acogedor en cierto modo, no había nada cargado en aquel camarote, tampoco esperaba que hubiese mucho más. Era menos que nada y en eso yo estaba muy acostumbrado a tener. La misma nada.

— ¡Hola!— Un saludo tornado en canción en un perfecto japonés hizo que botara en el sitio del susto.

Un chico apareció de la nada a nuestro lado, sonriendo plenamente.
También era japonés y eso fue algo que me sorprendió. La mano de Shima desapareció de mi camisola, cubriéndose con mi cuerpo a modo de escudo. Aquel chico nos miraba con un brillo en los ojos, como si encontrarnos para él hubiese sido la misma salvación.

—Mi nombre es Yuu pero podéis llamarme Aoi. — Se me presentó ofreciéndome su mano, la mar de sonriente.

Se la estreché divertido, llevaba el pelo negro y bastante largo. De complexión delgada pero fibrosa. Llevaba una especie de peto marrón claro algo desgastado por el tiempo acompañado por una camiseta de manga larga, tan negra como su mismo pelo.
Le estreché la mano sin dudarlo totalmente divertido.

My Heart Will Go OnDonde viven las historias. Descúbrelo ahora