Capítulo 8

353 29 7
                                    


Una presión atravesó mi pecho en ese momento, sintiendo una incertidumbre y desamparo consiguiendo colapsarme por unos minutos. Sentía la voz de Ruki a mi lado, llamándome, sintiéndome incapaz de contestarle. Solo una inmovilidad, un estado de shock que me congeló en el sitio.

—¡Akira!— Me gritaba mientras me zarandeaba.

Sacudí mi cabeza, volviendo a tener el control de mí mismo. Abracé su pequeño cuerpo, como si fuera el bien más preciado del mundo.

—¿A...Akira?

No dije nada, no quería decir nada. Solo quería sentirle entre mis brazos, como si de una necesidad se tratara. Al segundo sentí las manos de Ruki en mi espalda, abrazándome también. Sentí su aliento cálido en mi cuello, su respiración chocando contra mi piel. Quería parar el tiempo en ese momento, hacerlo nuestro, pero el barco comenzó a detenerse a los minutos. Volví mi vista al cielo, no había rastro de ninguna estrella, ni siquiera la enorme luna se encontraba aquella noche. Y el océano, demasiado el calma, tan oscuro como la misma noche. Ni siquiera se había levantado la brisa pero el frío gélido se hacía demasiado latente en mi cuerpo. Ruki se separó un poco de mí, acabando por agarrar mi mano mientras entrelazaba sus dedos con los míos, mirándome con calidez.

—Sígueme.

Asentí con la cabeza, ni siquiera hablé, aún no había recuperado mi voz mientras que ese terror acababa de invadir mi cuerpo. Justamente igual cuando la casa de Shima comenzó a arder tiempo atrás. Me llevó a una de las escaleras que llevaban a primera clase, acabando por llegar a la gran escalera del reloj. Miraba a ambos lados en busca de algo, yo solo le seguía sin rechistar, apenas respiraba en la certidumbre que habitaba en mi mente.

—Busco a mi madre.— Dijo de repente, como si me hubiese leído la mente.

Alcé una ceja, sin entender lo más mínimo.

—¿A tu madre?

Este asintió mientras me arrastraba por los glamurosos pasillos de primera clase. Se quedó de pie enfrente de una puerta de madera oscura y la abrió tan rápido que ni tiempo me dio para parpadear. En el interior de aquel camarote había una sala de estar con sofás verdosos con un estampado florar. Seguramente costasen más que toda mi ropa mugrienta. También había una chimenea y cuadros de retratos y paisajes por las paredes. El mobiliario era extremadamente caro y elegante.

—¿Madre?— Gritó.

Sin soltarme del brazo me llevo a una habitación continua que se correspondía a los dormitorios. Antes de que Takanori pudiese abrir la puerta, dos mujeres aparecieron a nuestra espalda.

—¿Takanori?

Preguntó la que parecía la más mayor, embutida en uno de esos trajes para mí entender, demasiado cargados. Ya era tarde, no entendía por qué no estaban en sus aposentos descansando. Ruki se giró agarrando mi mano con fuerza, encarando a aquella mujer que le miraba desafiante.

—Mamá, hubo un tem...

—¿De dónde vienes?— Preguntó su madre cortándolo. De repente me clavó su miraba como si fuera un bicho que tenía que exterminar. —¿Quién diablos es él?

Ruki miró a sus fríos y azules ojos, acabando por posarse en los que eran los de su prometida. Ella sí que se había puesto la ropa de cama. El camisón blanco caía hasta sus finos pies. Sus ojos verdes, rasgados como los de un gato, se posaron en mí tras la pregunta de la que era su suegra en aquel momento.

—Es Reita el...

—Paseador de Koron, le recuerdo.— Habló su prometida.

La madre de Ruki arqueó una ceja.

My Heart Will Go OnDonde viven las historias. Descúbrelo ahora