Capítulo 09 (FINAL)

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10 de Abril, 1924 Tokyo. (Japón) ACTUALIDAD.

Me quedé completamente indispuesto después de revivir completamente todo lo que había sucedido aquel fatídico día dentro del Titanic. Cuando escribía mis propias sensaciones y emociones podía notar como mi cuerpo también las recordaba. Podía escuchar los gritos desolados de aquella madrugada y no pude siquiera dormir. Y cuando conseguía hacerlo las pesadillas atacaban mi mente y me hacían revivir cada uno de esos momentos, todas aquellas personas siendo aplastadas por el transatlántico. Despertaba perlado en sudor y sintiéndome perdido en la inmensidad y soledad de mi cama.

Después de una larga noche por fin los primeros rayos de sol se colaban tímidamente por mi ventana. Acabé por quedarme dormido por el día, recuperando el sueño perdido sin ni siquiera haber probado bocado alguno. Noté como mi cara se humedecía a causa de las lamidas de Koron para despertarme, obligándome a abrir los ojos mientras se acaba de subir a mi pecho.

—Hm...—Gemí, quitándomelo de encima.

Este volvió a mi cara, insistiendo en que me levantara. Retomando sus múltiples lamidas.

—Joder Koron... Eres igual de cabezota que tu dueño ¿eh?— Me reí cogiéndolo en brazos, acariciándole con mimo.

Agarré la chapa de su collar. En ella había escrito su nombre y el de Takanori. Suspiré al recordarle, aquellos ojos tan azules como dos brillantes zafiros... Me removí en la cama, agarrando la sábana blanca y envolviéndome en su interior. Extrañaba casi rozando la agonía a Shima, aun así lo sentía vivo dentro de mí, seguía viviendo en mi memoria y seguiría ahí hasta que yo mismo falleciera. Le conté a Koron en incontables noches de soledad nuestras vivencias, aunque no me entendiera, me era indiferente. Solo necesitaba que alguien me escuchase. Desahogarme y llorar en un agónico silencio. Pero cuando mencionaba el nombre de Takanori, el propio Koron me observaba, torciendo levemente la cabeza y parecía que realmente me estaba prestando atención. Aunque algo dentro de mí me decía que posiblemente era fruto de mi imaginación... Aoi también vivía en mí, recordando sus bromas en el camarote y cálido humor. Era un buen amigo ante todo.

Perdí todo en aquel barco pero no me arrepiento en absoluto de haber estado en él. Si no fuera por ese viaje no hubiera conocido al que fue el amor de mi vida. Sonaba radical, sonaba imposible, pero realmente lo era. Hoy en día sigue siéndolo y ningún otro podrá sustituirle. Unos cuantos lo intentaron, pero era vacío... Solo había vacío y acababa rompiendo la relación. Por mucho que me empeñase no podía mentirme a mí mismo y no era nadie para romper el corazón de nadie. Acabé por quedarme como estoy, completamente solo en esta humilde casa.

Koron se acomodó en mi regazo, envolviéndome con el calor de su pelaje mientras se quedaba dormido. Lo miré con recelo.

—Me despiertas para nada, maldito perro mimado. — Gruñí falsamente mientras lo acariciaba.

La luz del sol que se colaba por la persiana no era para nada intenso, deduciendo que sería media tarde. Posiblemente dentro de poco se haría de noche. Me estiré en aquel colchón para despertar mis músculos adormilados y agarrotados. Mi estómago había comenzado a rugir hambriento y provocó que acabara por levantarme mientras me llevaba la mano al pelo, intentando peinarlo en un en vano intento. Koron me perseguía por el pasillo, siguiendo mis talones con pequeños ladridos.

—¿Tienes hambre Koron?

Me respondió con un ladrido, o eso creí yo mientras le sonreía llegando a la cocina. Busqué una olla entre las alacenas y la metí en el fregadero, llenándola de agua. Mientras se llenaba vertí el pienso de Koron en su correspondiente comedero, colocándoselo en el suelo. Koron comenzó a engullir su comida mientras que cerraba el grifo, cogiendo la olla y ponerla al fuego para cocinarme unos fáciles y rápidos macarrones. Mi estómago volvió a rugir con aquel pensamiento. Cuando iba a encender el fuego timbraron a la puerta, Koron salió disparado hacia ella ladrando, como de costumbre hacía. Alcé una ceja extrañado. No esperaba ninguna visita, al menos hace mucho tiempo que nadie venía a verme. Supuse que sería algún vendedor y no me molesté en abrir hasta que volvió a timbrar.

My Heart Will Go OnDonde viven las historias. Descúbrelo ahora