Los comienzos inesperados

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Sarael

Salía disparada de casa, sabía que era el gran día, el día en el que su hermano formaría parte de la gran armada entre los dos mundos, estaba muy contenta, y estaba muy impaciente de verlo triunfar ante los grandes gobernadores. Por otro lado se sentía triste ya que no volvería a verlo en unos cuantos días, meses, e incluso años. Mucha gente sabía la verdad de los caballeros y los ángeles, pero otros..., pobres ignorantes, no, entre ellos se encontraban Sarael. Si supiera que no lo volvería a ver jamás... Por el camino se encontró a varios de sus vecinos los cuales le decían a Sarael que  rezara a los grandes dioses para que así pudiera entrar su hermano Víctor, y así lo hizo, rezó toda la noche para que le salieran bien las pruebas. Se encontró a Michael también, uno de sus grandes amigos. Intentó pasar la prueba hace varios años, pero resultó que eran muy complicadas lo que le obligó a abandonar. Tenía los ojos marrones y un pelo pincho que era moreno al igual que sus ojos pero con las puntas de su pelo de color miel

-Con que hoy le toca a Víctor ¿no?- preguntó Michael intranquilo

-Sí, hoy le toca. Ayer no paró de hablar sobre el tema, estaba muy ilusionado y seguro de sí mismo- respondió Sarael contentísima, después se apenó un poco y le comentó- desde que nuestro hermano mayor se unió a los dos mundos, lo hemos echado mucho de menos, y su personalidad cambió radicalmente,  se ha cerrado bastante, y en fin...

-No te preocupes Sarael, todo saldrá mejor de lo que te esperas, ahora ve corriendo que sino llegarás tarde y no llegarás a tiempo para verlo brillar- con estas palabras dichas por Michael, Sarael se despidió de él con una gran sonrisa y corrió hacia el gran castillo, conocido como el castillo de la comunión, debido a que era el único lugar donde los caballeros y los ángeles se tenían respeto mutuo.

El castillo de la comunión, tenía forma circular, era parecido a un coliseo y estaba formada por piedra del desierto y adobe. Además la parte externa estaba decorada con grandes paredes donde se pulieron partes de la historia de los caballeros y los ángeles, además para embellecer aquella escultura había incrustado marfil. En cambio, la parte interna había grandes gradas que rodeaban todo el castillo y sobresalían dos grandes palcos donde se encontraban los grandes gobernadores: uno de los ángeles y otro de los caballeros, obviamente estaban colocados en polos opuestos, y ambos llevaban una bata que les cubría el rostro.

Sarael llegó a las puertas del gran castillo y a sus lados había un ángel y un caballero al otro lado. Se notaba en sus ojos que había odio mutuo entre ellos. Avanzó poco a poco y preguntó al gran hombre de gran armadura si podía entrar, pero el negó con la cabeza:

-Pero mi hermano está ahí dentro, necesito despedirme de él o sino no volveré a verlo nunca más.- exigió Saraél

- ¿Eres familiar?- preguntó el gran caballero, finalmente Sarael se fijó de que era de raza oscura y sus ojos eran penetrantes, eran de color turquesa, lo que daba un poco de miedo y asintió con la cabeza- ¡JA! pues más razón todavía para no dejarte entrar- respondió con una voz gravísima- los familiares son un entretenimiento absurdo y los grandes caballeros necesitan concentración, no pueden ablandarse por insectos como tú, rata de pelo azul claro -Es cierto, Sarael tenía el pelo azul claro y siempre llevaba una coleta alta y su frente estaba cubierta por un flequillo en forma de cortinilla. Sus ojos eran bastante peculiares al igual que sus dos hermanos, ya que eran de un tono amarillo anaranjado y la pupila se encontraba rasgada en el medio, pero aquello no se le notaba mucho. Vestía al igual que todos los pueblerinos: ropas hechas de trapos, aunque su nariz, boca y orejas eran de un tamaño normal, su personalidad era de lo más peculiar.-esos ojos... los he visto antes...- dudó el caballero

Ángeles y Caballeros: la resurrección de dos mundos #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora