—No voy a arriesgar la vida de mi gente por tu capricho hacia un demonio de piel descolorida.
—Impartes nombres con soberbia y no has visto lo que yo vi: pureza. Dime, ¿qué harías si una de nuestras mujeres fuera la cautiva, padre? —Ajachay apretaba con furia sus puños, conteniendo toda la rabia que solo su padre lograba despertar en él.
—No es de los nuestros y por lo que me dices, no es de ningún pueblo conocido. Nunca olvides que, además de tu padre, soy el jefe de este pueblo. No hagas preguntas como si pudieras juzgarme.
— ¿Debo llevar mi inquietud hasta el consejo? —El joven tomó la sabia decisión de no prestar atención al afán de su padre en desmerecerlo como guerrero y líder futuro de su gente—. En tal caso, sabes que ellos me estiman y no dudarán en darme su apoyo.
—Tú sabes que hacer, pero no te servirá de nada. El futuro y bienestar de mi gente están bajo mi responsabilidad —Ahdik hizo una pausa para calmar la exasperación que le producía hablar con su hijo—. Eres mi hijo y he de amarte hasta el final. Pero no sabes nada de mandatos ni de probabilidades de ganar una batalla. El consejo no hará declinar mi decisión.
—Por ti, el final debería ser pronto, así puedes liberarte de tu obligación de amarme como padre —Hizo un ademán, como alejando sus pensamientos oscuros, para no desviarse sus prioridades—. No te pido una batalla, te pido apoyo, gente que me acompañe en las sombras.
—Ni una palabra más, Ajachay. Vete y olvida tus ansias de heroísmo. La paz en estas tierras muchas veces fue mantenida gracias a tus habilidades, pero no te creas jefe por eso. Ni trates de apelar a mi decisión victimizándote, no lograrás que cambie de opinión.
—No estaba victimizándome, ataa'. No es mito ni novedad que no te agrado, nunca fui motivo de orgullo para ti. Pero esto no se trata de nosotros. Estás tan ciego que no podrías ver la verdad, aunque la plasmara frente a tus ojos.
Pero Ahdik le dio la espalda y ya no quiso escucharlo más. Caro había resultado el precio de mantener una relativa paz entre su gente y duro soportar las pérdidas que eso había ocasionado. No estaba dispuesto a seguir perdiendo a los miembros de su aldea. Le dolían las palabras de su hijo, pero sabía que tenía razón, nunca le había demostrado que lo amaba porque siempre lo había disminuido por su carencia de alma de guerrero. Sin embargo, ayudarlo en lo que le estaba pidiendo podría ponerlo en peligro, y no podría soportar perderlo también a él.
Ajachay salió de la tienda de su padre furioso y frustrado. Pero él era un hombre pequeño y persistente. No agacharía la cabeza para dejar que su padre marchitara sus convicciones ni que la injusticia prevaleciera. Llevaba años viendo como la balanza se inclinaba siempre a favor de los sanguinarios, era hora de tomar acciones. No sabía nada de la muchacha ni de la gente que vino con ella, pero conocía a los Chará-wisúes y sus ideales con demasiada convicción. No podía permitirse mirar para otro lado cuando su pueblo había sufrido en carne propia la muerte y la esclavitud que aquellos belicosos guerreros traían eventualmente.
Por otro lado, desafiar a Ahdik se había vuelto una costumbre e incluso muchas veces había sido beneficioso para todos. Sabía que no habría modo de hacerlo sentir orgulloso, pero contrariarlo era una vía muy sencilla de dejarle en claro que él estaba allí y aunque no quisiera aceptarlo era su hijo y su esencia no cambiaría por el orgullo que no lo dejaba ver más allá de su propio pueblo. Decidido, se alejó con sus ágiles pasos al claro donde los ancianos solían pasar gran parte de su tiempo.
El Círculo del consejo era una tradición y se la respetaba por esa razón, pero hacía muchos, muchos años que había dejado de ser la voz preponderante en las decisiones de los jefes tribales. Ahdik no era el primero en hacer oídos sordos a sus advertencias. Ajachay creía que ese error era fatal, puesto que los había llevado a reducir el poder de los Rumerautes en aquellas tierras, haciéndolos el blanco preferencial de los Chará-wisúes. Además, los ancianos que conformaban el consejo, se destacaban por su sabiduría, no eran elegidos al azar ni puestos por el poder de la sangre. Pero en todos aquellos pueblos, hacía siglos que los sabios habían perdido el respeto con que se los miraba antaño.
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Libro I - Abismo
FantasyNO FANFICTION - La identidad de todo un pueblo descansa en estos escritos. Quien se atreva a recorrer sus palabras, estará aventurándose hacia un mundo diferente al conocido. Es momento de surcar las aguas y descubrir lo que la historia nos ha n...