— ¡Los mares son nuestros! —vociferó el capitán de navío y todos vitorearon en su apoyo. Todos menos Trace.
—No tan rápido, Mercier —La voz del comodoro se notaba afectada—. Ya ven que nuestra suerte puede cambiar de un momento a otro.
Todos lo miraron con recelo, como si hubiera contraído locura repentinamente. Pero a pesar de la juventud que John portaba, no significaba que por eso fuera menos inteligente. Sabía que lo que había sucedido no era normal, las tormentas no terminaban como esta: de la misma abrupta manera en que había comenzado y con un cielo azul impecable. Él también se hubiera creído mentalmente desestabilizado si no fuera por el lamentable estado en que se encontraban tanto las embarcaciones como la tripulación.
Otro escéptico era Ronald Brandt, el cartógrafo. Su brújula indicaba el norte hacia el lugar incorrecto o ellos habían virado drásticamente el rumbo en la tormenta, lo cual era mucho más probable. Habían iniciado un viaje hacia el sur y ahora se dirigían hacia el norte, no podía pedir que se cambiara el rumbo sin estar seguro. Esperaba la llegada de la noche para guiarse por las estrellas, pero extrañamente, la posición del sol declaraba un reciente amanecer, cuando debían ir alcanzando el crepúsculo.
Todo en ese extraño lugar parecía diferente: la intensidad del sol, su desplazamiento por el cielo, los colores sorprendentemente diferentes a todo lo que conocían. Ni Trace ni Brandt habían visto en su vida un mar de ese verde esmeralda límpido. A pesar de la paz que parecía rodearlos luego de la tormenta, ninguno de los dos se encontraba totalmente tranquilo, algo en el aire alteraba sus nervios.
Dos niveles más abajo, Elora comenzaba a sentir su abdomen tenso. El docto hizo las mediciones de rutina para corroborar que no se estuviera adelantando el momento del parto.
—Todo está bien, señora Trace. La tensión obró este malestar. Debe calmarse, la criatura puede sentirse afectada por su ansiedad.
Pero Elora sabía que había algo más que la tensionaba, no solo la tempestad a la que se habían enfrentado. Un sentimiento desde lo más recóndito de su ser, como el advenimiento de una catástrofe. Pero calló sus sentimientos esperando equivocarse mientras su esposo intentaba mantener a raya las ambiciones y las sombras que estaban despertando en las almas de sus tripulantes.
—Si los cálculos de Brandt son los correctos, estamos volviendo sobre nuestros pasos —declaró incómodo John.
—Viremos hacia el sur y retomemos curso entonces —Mercier se mostraba ansioso y beligerante como nunca se había mostrado desde que se puso al servicio del comodoro—. Estamos perdiendo el tiempo. Y ¿quién nos puede asegurar que Brandt no se equivoca?
—No podemos volver sin verificar la posición de las estrellas. Yo confío en los conocimientos del cartógrafo. Ya he navegado junto a él y debo decir que no podrían haber puesto a nadie mejor a nuestro servicio —resopló John exhausto. Ni él mismo estaba seguro de lo que estaba declarando. Confiaba en Brandt, pero todo resultaba tan confuso que depositaba en él semillas de incertidumbre y desazón—. Debemos esperar hasta la noche. Reduzcan el curso al mínimo, si detenemos completamente los navíos, será imposible ponerlos en movimiento otra vez. Los remeros están exhaustos, tomen turnos de descanso.
—No estoy de acuerdo, señor.
—Y respeto eso, Erick, pero la decisión está tomada. Hagan lo que les digo.
Trace fue terminante y la tripulación obedeció, pero no por eso significaba que estuvieran de acuerdo con él. Comenzaron a aligerar el ritmo en que los remos se desplazaban por el agua verde esmeralda y algunos fueron a descansar. El descontento de Mercier y los demás comenzó a gestarse. Habían perdido muchos hombres en la tempestad y los que quedaban se encontraban en un estado lamentable.
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Libro I - Abismo
FantasiNO FANFICTION - La identidad de todo un pueblo descansa en estos escritos. Quien se atreva a recorrer sus palabras, estará aventurándose hacia un mundo diferente al conocido. Es momento de surcar las aguas y descubrir lo que la historia nos ha n...