Capítulo Uno
Por suerte la fotocopiadora a la que iba quedaba cerca de casa. Parecía mentira que en pleno centro, no hubiera un puto local que funcionara como librería a unas cuantas casas de distancia. No podía creer que incluso siendo profesor de alumnos de secundaria tuviera que hacerme cargo yo del material de estudio, puesto que si yo no llevaba las fotocopias correspondientes, perdía un día de clases. Cada vez que quería que me diera igual, la voz de mi profesora de Didáctica y Práctica me retumbaba en la cabeza diciendo: "el profesor es el que debe brindar conocimiento, acercárselo y facilitárselo para que lo adquiera con eficiencia y para que no pierda motivación" y por supuesto lo siguiente: "nunca pierdan la posibilidad de enseñar algo, y mucho menos desperdicien la oportunidad cuando sus alumnos están interesados... Si ellos les dificultan el trabajo olvidando el material, encárguense de traérselo ustedes, por ejemplo..."
La verdad es que cuando aún estudiaba en el Instituto jamás creí que el trabajo de un maestro fuera tan sacrificado, tan estresante, y comprometido. No mentían cuando lo calificaban dentro de las vocaciones. Sinceramente, todo lo que había visto en mi vida relacionado con alguna profesión, era la docencia. Nunca creí que sería tan complicado pasarse la facultad, y mucho menos que intentar saludar a un grupo de adolescentes cada mañana y tarde, sería tan complicado. Gritos, peleas, insultos, quejas, bajas notas, reclamos, llantos, reuniones con padres indignados por los resultados de examen. Todo eso y apenas era mi primer año trabajando. Era apenas Agosto y faltaban al menos cuatro o cinco meses para poder hacer un descanso.
Para ser sincero, últimamente no estoy durmiendo para nada bien. Incluso aunque llego a casa reventado de sueño, simplemente me acuesto, cierro los ojos y el corazón me late tan fuerte que me deja lo suficientemente intranquilo como para tener que prender el celular, la radio, el televisor o algo que haga de sonido de fondo. Así de alguna forma lograba que mi cerebro se concentrara en otra cosa y dejara que el cansancio me ganara. Muchas veces, recién conseguía dormirme a eso de las cuatro de la mañana, y al otro día debía madrugar a eso de las seis. ¡Ugh! Ni quería pensar... Estaba harto de calcular las horas que podría dormir. Los fines de semanas, aprovechaba las tardes para eso... Pues parecía que por las noches no lo conseguía.
-¿Cuántas copias dijiste que querías? -me preguntó el vendedor.
-Treinta y cuatro-le dije.
Lo vi revisar lo ya imprimido y sacarlo. Lo trajo hasta la mesa y comenzó a contarlas. Con lo que habían aumentado las cosas últimamente no quería saber cuánto me saldrían estos juegos de fotocopias. Busqué mi billetera con cuidado de que no se me cayera la carpeta donde pensaba guardar lo que iba a comprar. Revisé que tuviera suficiente dinero. Por suerte siempre era muy desconfiado con esas cosas y la mayoría de las veces traía de más.
La puerta cerca de mí se abrió. Yo solo no quería que me hicieran caer alguna de las diez mil cosas que llevaba. Sin mencionar que estaba demasiado abrigado. A la primavera solo le faltaba un mes, pero seguía helando exageradamente y mucho más sabiendo que eran, tal vez, las siete de la mañana.
-¿Cómo estás? -le preguntó con una sonrisa el vendedor... Acá venía a menudo, pero no consigo acordarme cómo era el nombre de este hombre.
-Acá andamos, Ben-le respondió el recién llegado, tenía una voz grave pero algo ronca. Solo miré de reojo porque no quería perder de vista la cuenta de las fotocopias que hacía... Ben.
-¿Venís por las acuarelas? -le preguntó mientras terminaba de contar las últimas hojas.
-Sí, supongo que ya habrán llegado-respondió el chico.
Ben asintió mientras separaba las hojas que todavía no estaban abrochadas. Yo solo esperaba que lo hiciera rápido, estar en medio de una conversación en la que parecía no tener vela, no me tenía de lo más cómodo. Además a las ocho tenía que estar pisando el Instituto, y este material ni siquiera era para esa clase. Quería pagarle e irme, ya me estaba tardando, y ni hablar de todo lo que me llevaría poner todos los papeles dentro de la carpeta, junto con el libro que había usado para esto.
Cuando lo vi poner el último broche, me acerqué con la billetera en mano.
-Listo, son treinta y siete copias de cinco hojas cada una...-dijo mientras lo consultaba con su calculadora. -Serían 185 pesos.
Le di doscientos pesos, sabía que si buscaba tendría algo de cambio, pero lo dije antes, no tenía tiempo y además tenía los dedos muy fríos como para encontrar monedas. Me dio el vuelto, y poniendo la carpeta sobre el mostrador comencé a guardar todo... Agradecí que este fuera lo suficientemente grande como para no estorbar mientras me organizaba.
-Ya te traigo esas acuarelas-dijo Ben mientras iba hacia atrás, había unas estanterías llenas de colores. -¿Qué colores?
-Rojo, marrón, verde, y... azul-dijo el chico tras mío. Debo admitir que su voz se oía mucho más bonita cuando la escuchaba más de cerca. Cuando por fin logré tener la carpeta cerrada, toqué mi bolsillo en busca del celular. Solo quería chequear la hora... Mala idea. En el momento en el que levanté la vista, lo vi. El chico sin nombre, sostenía en sus manos la acuarela azul y la miraba con detenimiento, como si tratara de asegurarse que ese era el color que necesitaba. Debo decir que jamás en mi vida-y tenía tendencia a observar mucho a la gente-había visto a un ser humano tan hermoso cómo el que tenía en frente. Sus rasgos eran delicados, finos, perfectos... Como si hubieran sido pensados y diseñados por un artista. Era de piel mate, una nariz mediana con una pequeña curvatura, unos ojos enormes, marrones y enmarcados por unas gruesas y largas pestañas. Unos labios grandes y rosados, un cutis impecable y una barba controlada. El cabello lo tenía rubio, pero en las puntas, se difuminaban unos pincelazos grisáceos. Creo que era la moda, eso de teñirse el pelo de diferentes colores. Tenía las cejas morochas, así que supuse que no era rubio. No era muy fan de esas tendencias, pero ésta en particular era agradable.
Tenía un sobretodo beige con detalles negros, y unos vaqueros negros algo gastados. No creo que deba mencionar cómo le quedaban... ¡Espectacular, de hecho!
Los dos parecían muy ocupados como para verme ahí pasmado.
-¿Tenés un tono más oscuro de este azul? -le preguntó. Ben volteó nuevamente y tomó la caja que estaba a su espalda, para mayor comodidad. Decidí que debía irme ya o-además de quedar como un imbécil-llegaría tarde a trabajar. Cuando abrí la puerta, me di la vuelta para cerrarla, noté que se volteó a mirarme. Lo vi posar sus ojos sobre mí, y yo hice lo mismo. No hizo ninguna mueca, nada que me demostrara que no había perdido el tiempo queriendo descubrir mi rostro.
Honestamente estaba sorprendido, siempre había sido muy silencioso y observador. La verdad es que era muy agradable ver personas tan bellas físicamente. Si no tuviera que irme, me hubiera quedado solo a mirarle. Desde que recuerdo, fui un chico al que le gustaba ser espectador de su vida. Por lo tanto, cada que alguien me gustaba, pocos lo notaban porque no hacía más que mirar. Cada gesto, sonrisa, discusión, la forma de escribir y leer, y cosas por el estilo. Sé que suena extraño y hasta psicópata, pero creo que lo es más perseguir a quien te gusta por meses, sabiendo que no serías correspondido. Mi opinión es que si tiene que ser se dará. Nunca quise obligar a nadie a amarme, tampoco supe qué sentía respecto a mí, pero no necesitaba preguntar... Sabía que nunca había logrado encajar, que les hubiera gustado más que fuera como ellos, y que no se conformaban con ignorarme, sino que también les molestaba y en casos extremos, llegaban a generar una especie de rechazo. Lo entiendo, solemos descalificar y rechazar todo lo que no entendemos. Ya me había cansado de echarle la culpa a todo el mundo... Quizás y solo quizás... debería haber sido como ellos. Tal vez, todo fue mi culpa.
.........
Hola, gente!
Acá está la nueva novela.
Estoy muy contenta con ella, espero que les guste y la disfruten.
¿Opiniones? Son muy importantes al comienzo de un nuevo proyecto.
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Con Ojos De Artista
Fiksi PenggemarUn profesor de Historia recién recibido, comienza a ejercer su profesión en el momento exacto en el que su vida empieza a derrumbarse. Él le enseñará que hasta las peores emociones tienen un color, y que hay belleza en absolutamente todo... Incluso...