Semana 7-día 1

7 0 0
                                    

-¡Papá ya está en casa!-dijo la menor con notable emoción en su delicada voz.
Ni mi hermano ni yo hicimos caso alguno a su comentario, solo nuestra hermana, luego de vernos con helada y tenebrosa mirada, se acercó a la pequeña y le dijo, con voz sumisa, que bajaran juntas.

Mi hermano resolvía ecuaciones con la mano derecha y con la izquierda se llevaba frituras a la boca. Yo, por otro lado, mantenía mi mente ocupada con unos libros de Sherlock.

Era una noche fría. Papá regresaba de un viaje de negocios. Mi hermano siempre lo vio con resentimiento y odio...
Incluso se irritaba cada vez que alguien mencionaba a su padre...
Por mi parte, no le guardo rencor ni nada... es solo que las cosas pudieron ser de otro modo.
-Voy a salir. No le abras la puerta a nadie-dijo mi hermano.
-No soy un niño pequeño.
-Lo eres para todos-sonrió.
Un momento de silenció y continué.
-A dónde vas.
-A recoger un libro.
-Bien, no demores y mira para ambos lados cuando cruces la pista... no seas un peatón imprudente.
-Ya, papá- Sonrió.
A veces suele llamarme así. Solo cuando es conmigo no le importa esa palabra...

Han pasado al menos unas cinco horas desde que papá llegó a casa de su viaje de negocios, ya están todos dormidos, y papá ha vuelto a salir. Creo que debería ir con mi hermano, él puede hacer estupideces cuando bebe... y tengo la sensación de que lo hará y luego buscará a papá. Su odio se descontrola cuando bebe.

Son las 11:45 pm. No encuentro ni a mi hermano ni a mi padre. Esto es malo.
-¿Buscas a alguien?
Aquella voz inconfundible me helaba la piel hasta dejarla como de gallina. Un sudor helado recorría mis mejillas, el corazón me martillaba con fuerza... mi respiración se entrecorta.
-¿Qué pasa?- Continuó. Aunque no le vi el rostro podría asegurar que se estaba mofando de mi situación... esa típica sonrisa del demonio.
-Ya es hora... ya me tengo que ir, lo siento- respondí.
-¡No te irás!- Sentenció. Con ese tono de voz en sus labios era obvio que su sonrisa se torció, había desaparecido, por lo tanto, estaba serio, ese es un problema.
Frunzo el ceño. Giro para verlo. Penetro en su interior con mi gélida mirada y con voz rígida le pregunto lo que desea de mí.
En cuanto toda esa plática culminó fui a buscar a mi hermano. Y como supuse... esataba bebiendo alcohol. Lo cogí de un brazo y lo llevé a casa. En todo el camino no pude dejar de fruncir el ceño, esto se complica cada vez más.
-¡Tch!

Las Tres RomasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora