Bienvenido a la familia

3.5K 213 24
                                    

Si alguien le hubiera salido a Sokka quince, diez, que diablos, incluso cinco años antes en su vida y le hubiera dicho que estaría en esa situación, se hubiera reído y le hubiera dado un poco de sensatez.

En verdad, hubiera sido la cosa más estúpida que hubiera oído alguna vez, y le hubiera dicho al "mensajero" exactamente por qué.

Primero que nada, porque toda la gente de la Nación del Fuego era temperamentales, unas pieles de serpientes que apuñalaban por la espalda y debían ser arrojados al mar.

Segundo, porque su hermana (a pesar de que tenían sus diferencias) era, a opinión de Sokka, una chica inteligente.

Tercero, porque ella se iba a casar con un fuerte guerrero de la Tribu Agua con quien Sokka podría entonces ser amigo cercano, y así era la cosa.

Y mayormente, porque la idea era simplemente estúpida.

Pero ahí estaba él.

Y Sokka no estaba feliz.

-Sokka -una voz tensa lo llamó-. ¿Dónde están mis espadas?

El hombre de cabello desaliñado arrojó la vaina Dao al aire, para que la atraparan hábilmente las manos de un noble alto y de piel pálida. Los dos guerreros dejaron que sus miradas se cuadraran por unos cuantos segundos (en los cuales la temperatura de la estancia cayó notablemente), antes de que Zuko colocara las armas en su cinturón y se girara hacia el espejo dorado.

Su cabello color carbón, que se había vuelto de un largo "de chica" (Sokka, con su aguda mata de pelo y áspero rastrojo de barba, a menudo encontraba eso divertido) estaba suelto alrededor de sus hombros, a no ser por la capa más alta que se recogía en una banda dorada como todos los Señor del Fuego usaban.

La piel clara del maestro fuego contrastaba con las brillantes batas rojas que vestía, limpias y almidonadas en sus bordes. Se sacudió el polvo de sus anchos hombros e inspeccionó el atuendo entero una vez más.

Hubo un jadeo de exasperación por parte de Sokka: él no había sido así de vanidoso el día de su boda, por el amor de Dios.

-Ahora, alcánzame mi corona -no fue dicho muy amablemente, y Sokka se preguntó porque Aang no estaba haciéndolo en vez de él.

Al menos entonces, habría menos posibilidades de que uno de ellos terminará haciendo moquear al otro antes de la ceremonia. Sokka arrastró los pies y recogió la magnífica llama dorada para entregársela a su futuro cuñado, pero se detuvo.

Porque, obviamente, había algo que tenía que decir.

Se aclaró la garganta y retuvo la corona, la mano de Zuko se semi extendió para recibirla cuando él lo paró.

-Zuko -llamó Sokka, como experimentando con la palabra.

-¿Qué?

La vida de Sokka había sido, de más está decir, dada vuelta desde el último año; desde que Zuko había ido a él primero un día mientras Sokka visitaba la capital (por su trabajo como embajador, por supuesto...)

Había sido con tan profunda gravedad con la que Zuko lo había mirado a través del elegante escritorio, que Sokka había creído (por un momento) que el maestro fuego iba a anunciar que tenía una grave enfermedad y seis meses de vida.

Sokka incluso había empezado a practicar líneas de condolencia en su cabeza para no quedarse sentado sin habla.

Pero como fuere, había quedado conmocionado de todas formas.

-Sokka, mi vida no ha sido como yo esperaba que fuera, por no decir otra cosa. Y me he encontrado con cierta confusión con la que creo podrás ayudarme.

One-Shots《ZUTARA》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora