Capítulo 1. El día en el que todo cambió

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Una brisa se coló por la habitación. El aire estaba impregnado de un aroma con salitre. Los rayos del sol comenzaban a entrar, solo consiguiendo que la claridad aumentase hasta el punto de molestarme a mí que estaba dormido plácidamente en la cama. Sí ese hombre dormido era yo, Phoenix Wright, un pobre camarero. Mi cuerpo estaba medio tirado en el suelo y medio apoyado sobre la cama, todo estirado. De vez en cuando, emitía pequeños ronquidos y parecía que no quería despertar.

En ese momento, un intruso entró en la habitación por la ventana. No me había dado cuenta de su presencia hasta que sentí sus picoteos en la cara, una gaviota se acaba de colar en mi habitación.

-Aaah-grité despertándome bruscamente.- ¿Qu-qué?-miré a ambos lados con sobresalto y vi a la compañera que me había despertado.

Tras una pelea entre picotazos y manotazos conseguí echarla.

-Por fin-di un suspiro apoyándome en la cama.- ¡U-un momento! ¡El trabajo!

Me había dormido y ya llegaba tarde al trabajo. Vistiéndose lo más rápido que pude salí de mi pequeña casa rumbo a la taberna en la que servía. Cuando llegué hasta allí, mi jefa, Fonda, me echó una buena regañina. Otra vez llegando tarde y estaría despedido. Genial, pensaba para mí. A decir verdad, mi vida era muy monótona y tranquila, pero, lo que yo no sabía, era que ese día mi vida daría un giro de 180º.

El inicio de todo ocurrió, justamente, cuando me tocó servir una de la mesas. En esa se sentaba una mujer madura. Su pelo era de color castaño y sus ojos marrones. Estaba ligeramente maquillada y por su atuendo, algo provocador, parecía ser una pirata.

-Buenos días, bienvenida a la taberna de Fonda. ¿Qué le gustaría tomar?-pregunté con una sonrisa.

La mujer me ignoró. Tenía la mirada clavada en un mapa que sostenía y parecía estar analizándolo desde todos los puntos posibles. Parecía que eso era lo único a lo que le podía prestar atención, como si su vida dependiese de eso.

-Esto... Pe-perdón-traté de llamar su atención.

-Umm-me miró dándose cuenta de que había alguien a su lado. Había conseguido captar su atención. Su mirada era bastante intensa, parecía estar preocupada por algo.- Solo tomaré agua.

-Muy bien, marchando un vaso de agua-expresé entusiasmo marchando hacia la cocina para decirle el comando.

Di su comando y, en pocos minutos, me tocó servirle a la mujer su pedido. Mientras depositaba el vaso con agua, percibí que esa mujer estaba muy nerviosa, no paraba de temblar. Justo en ese momento, unos hombres irrumpieron en la taberna. Llevaban unas antorchas con fuego y alzaban sus espadas. Los clientes se quedaron paralizados al verlos, yo no fui menos. Me quedó congelado, sin saber qué hacer. ¿Qué querían esos hombres?

-¡Mia Fey!-gritó uno de ellos.- Sal de tu escondite, te hemos encontrado.

Nadie respondió. Los clientes comenzaban a ponerse más nerviosos.

Miré a su lado. La mujer, a la que acababa de servir, estaba apartando la mirada, tratando de pasar desapercibida entre la gente.

-¡A-aquí no-no hay ninguna Mia Fey!-uno de los aldeanos se armó de valor y les plantó cara.

-¡Apártate!-uno de los hombres le clavó una espada.

Del hombre comenzó a salir sangre y cayó al suelo. En ese momento cundió el pánico. Algunos aldeanos comenzaron a gritar, otros se escondieron, y otros trataron de huir, algo que fue en vano.

-¡Mia Fey!-gritaron los hombres adentrándose en la taberna comenzando a matar a cualquiera que se interponía en su camino.

-¡Ba-basta!-grité armándome de valor.

Todo el mundo me miró. Yo mismo me acaba de asombrar por haber tenido tanto valor. Aunque, a decir verdad, no podía permitir que esos hombres terminasen con esas vidas inocentes.

-¿Tú quién te crees que eres?-me miraron y se acercaron a mí.

-E-esto...-no supe qué responder.

(Genial, Phoenix, estás muerto por hablar más de la cuenta... Ha sido una buena vida...)

-¡Un momento!-la mujer que tenía al lado se levantó.

Sin mediar palabras se abalanzó sobre uno de los hombres y sacando un cuchillo de su alforja lo mató. Los otros hombres la miraron y se enzarzaron en una pelea con ella. Desde el inicio sabía que tenía todas las de perder ya que se encontraba en desventaja. Por ese motivo, le arrebató la antorcha al hombre que había matado y prendió fuego al local. En ese momento el caos se formó en la taberna. Entre gritos y pisotones, se formó una marabunta de aldeanos que peleaban por salir del local vivos. Mia se camufló entre ellos algo que solo consiguió confundir a los hombres que la buscaban.

Yo, obviamente, también traté de escapar del local, pero entre esa humareda noté que me tiraban del brazo y caí al suelo. El mismo brazo hizo que me metiese debajo de una de las mesas donde pude comprobar quién era la mujer que lo había apresado, ni más ni menos, que Mia Fey.

-¿Q-qu...

-Chst-la mujer me puso la mano en la boca impidiendo que hablase.- Escucha, necesito tu ayuda.

Yo la miré sin saber bien qué responder a eso.

-Te tengo que pedir un favor, por favor-me miró a los ojos mientras decía esto.- Toma-me dio el mapa que había estado analizando antes.- Busca a Maya Fey y dile que busque "Isalotermas", ella lo entenderá.

Tras decir eso salió del escondite en el que estábamos y se metió entre la muchedumbre a modo de escape. Yo hice lo propio y también hui de la taberna en llamas. Cuando estuve fuere, traté de buscar a Mia para preguntarle sobre ese favor que me acababa de pedir, pero cuando la encontré ya era demasiado tarde. Los hombres la habían capturado y se la llevaban como rehén en el barco que tenían atracado en el puerto que se encontraba al lado de la taberna. Ese barco tenía una gran bandera pirata ondeando por el viento. Al verlos, traté de alcanzarlos, pero todo fue en vano, se la habían llevado.

Crónicas Piratas. La historia que nadie supo...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora