Crónicas Piratas. La historia que nadie supo...

Capítulo 3. Un encuentro inesperado

(Nota autora: Muchas gracias por leer el fic)

Los próximos días los pasé caminando por la aldea tratando de buscar a alguien que conociese a Maya. Nadie parecía saber nada de ella. Definitivamente, no vivía en esa isla. También les iba mostrando el mapa y preguntaba por Isalotermas. Puede que alguien de allí supiese el significado de eso. Pero tampoco. Nada en esa isla parecía estar relacionado con Maya.

A veces me preguntaba cómo sería esa Maya. Si al menos la conociese, me sería más fácil dar con ella, pero con tan pocos datos, aquello era tarea imposible.

En cuestión de meses conseguí reunir información de islas cercanas. Allí tampoco nadie parecía conocer a Maya. Aquello solo conseguía desanimarme más. El favor que me había pedido esa mujer nunca lo podría cumplir, ¿cómo era posible que fuese tan inútil? Solo tenía que encontrar a una chica y ya estaba. Pero ni siquiera era capaz de algo así.

En uno de esos días de búsqueda, estaba caminando por el pueblo aún con la esperanza de encontrar a esa chica misteriosa. En esas fechas, había mayor cantidad de barcos atracados en el pueblo. Puede que en uno de esos barcos se encontrase ella.

Mientras caminaba por una de las calles, choqué con una niña pequeña. Por el golpe la pequeña cayó al suelo.

-Buaaah-lloró por el golpe que había llevado.

-Lo... ¡Lo siento!-le tendí la mano para levantarla.

La chica me miró comenzando a calmarse. Era bastante pequeña, tendría unos nueve años como mucho. Sus ropas se asemejaban a las de un pirata, de tonos rosados ya que, al fin y al cabo, era una niña pequeña. Sus ojos eran castaños; su pelo era de color castaño claro y estaba recogido en dos coletas, que, por así decirlo, se asemejaban a la forma de un Pretzel. Nunca antes la había visto, puede que de ella obtuviese algo de información.

-¿Estás bien?-le pregunté preocupado.

-Uum... Sí, estoy bien-dijo recobrando una sonrisa.

Pasaron unos segundos en los que no nos dijimos nada

-Ha sido un placer-dijo ella a modo de despedida.

-¡Espera!-quise pararla para hacerle la misma pregunta que llevaba haciendo en los últimos meses.

-¿Quiere algo?

-Me gustaría hacerle una pregunta-pedí tratando de tener una sonrisa que evocase la cosa más amable y dulce del mundo para que no se fuese.

-Mi familia dice que no responda a preguntas de desconocidos.

(¡Maldita sea! Qué niña tan lista. Puede que sea pequeña, pero ya veo que no incumple las normas.)

-Venga, solo será una pequeña pregunta-pedí comenzando a ponerme nervioso.

(Hoy era mi día de suerte. Estoy seguro de que esta pequeña sabe algo, tengo que sonsacárselo a la fuerza si hace falta.)

-Umm...-parecía estar pensando en lo que tenía que responder.- ¿De qué se trata?

(-¡Sí! Esta es la mía. )

-¿No conocerás por casualidad a una Maya?

-¿Maya?-repitió la niña al oírlo.

-Sí, sí-dije muy seguro de que ya tenía la respuesta.- Además está relacionada con este mapa-le enseñé lo que Mia me había dado aquel fatídico día.- ¿Te suena de algo?

-Ummm...-pareció mirarlo detenidamente, una mirada similar a la que Mia tenía aquel día.

(Ya lo tenemos, por fin... Si ya sabía yo que hoy iba a ser mi día de suerte. Una victoria para Phoenix Wright)

-Pues no tengo ni idea de qué es eso-contestó con una sonrisita que consiguió llegar a sacarme de quicio.

(No puede ser... ¿Tanta miradita y rollos para esto? Ya me parecía a mí, otra derrota que se suma a la larga lista que tengo)

-Pero-continuó diciendo- conozco a una persona que seguro que sabe algo de eso.

-¿E-en serio?- casi me dio un ataque al escuchar lo que había dicho. Por fin alguien parecía conocer a esa tal Maya.

-Ajá, aunque antes necesitaría preguntárselo.

-Po-por supuesto- comencé a ponerme nervioso al ver que mi misión comenzaba a salir bien.- Si-si quieres puedes venir a mi casa a cenar. Es muy pequeña, pero te puedo cocinar lo que quieras.

(Acabo de sonar como si quisiese ligar con ella de un modo muy desesperado... Me acabo de perturbar)

-Vale-aceptó con una sonrisa.

Tras su respuesta, le expliqué el lugar donde se encontraba su casa y ambos nos despedimos hasta la hora de la cena. Estaba seguro de que gracias a ella, sería capaz de, al menos, cumplir una parte de la misión que me habían dado.