Capítulo 11. La última parada.

163 13 11
                                    

Una suave voz comenzó a llamarme. Abrí los ojos costosamente y me incorporé. No sabía cuánto tiempo llevaba dormido, puede que más de un día.

Miré hacia fuera de la verja. Pensaba que la chica que me hablaba era Pearl, pero estaba equivocado. Aquella silueta era la de la capitana.

-¿Ca... Capitana?-estaba muy extrañado al verla caminar por aquella zona.

-¿Qué tal?-preguntó ella.

-Eso debería de preguntártelo yo a ti.

-Solo tengo alguna que otra magulladura, heridas de guerra-sonrió al decirlo.

-Yo no estoy del todo mal, tengo algún que otro moratón, pero no me voy a morir por algo así... espero.

Ella rio al escucharme decir eso.

-Sería demasiada mala suerte que ocurriese algo como eso-respondió parando de reír.

-¿Y qué era lo que querías?-pregunté.

-Ah, claro. ¿Qué quieres?-preguntó.

-¿Cómo que qué quiero?-dije confuso.

-Sí, dime qué quieres que haga.

(¿Qué quiero que haga?)

-Pues... esto...Para empezar una cama no estaría mal.

-¡¿Qué?!-desenvainó su espada al oírme.

(Vale, igual estoy pidiendo demasiado...)

-Creo que entonces con una nueva almohada me llegará.

-Espera, ¿qué?

-Sí, ya que no puedo tener una cama de un camarote como el vuestro, al menos tener una almohada algo mejor.

-Ah, ¡claro!... Si solo es un camarote creo que podré hacer algo al respecto-su humor pareció cambiar radicalmente, algo que yo no entendí muy bien. Bueno, con mujeres que van armadas, es mejor estar callado como un niño bueno por si las moscas.

Se marchó de allí inmediatamente, yo me quedé encerrado esperando a que Pearls viniese a por mí. Como no venía nadie, me puse a dar vueltas para matar el tiempo. No ocurría nada nuevo así que me senté en la cama y miré al infinito. Pensé en todo lo que había vivido y en todo lo que estaba por delante.

El resto del día lo pasé también encerrado, para variar. Ese día parecía que Pearl no iba a venir a por mí. Cerca de la hora de la cena, Bikini me llevó algo de comida. Le agradecí que me trajese algo de cena porque estaba hambriento.

Tras la cena, me volví a recostar en la cama. Estaba aburrido, no tenía nada que hacer salvo descansar.

Los siguientes días transcurrieron del mismo modo. Parecía que se había olvidado de mí. Una semana después, Diego vino a visitarme. Abrió mi celda y salí de allí. No sabía qué era lo que quería, pero entonces comprobé que me estaba llevando al lugar que sería mi nuevo camarote. Este se encontraba cerca del cuarto de Pearls, (lógico) y también del de Iris. El interior era asombroso en comparación con mi otro cuarto. La cama parecía mucho más cómoda que la de la celda. Tenía un armario, aunque puede que yo no lo fuese a usar demasiado por la poca ropa que tenía. Los suelos y paredes eran de madera y, como el resto del barco (salvo la celda en la que estaba), tenían acabados perfectos. Además, contaba con un escritorio y una silla, para mí aquello ya era todo un lujo. Aunque lo mejor de todo, era, sin lugar a dudas, un ojo de buey que me permitía ver el mar.

Cerré la puerta y me quedé solo. Miré por la ventana, el mar estaba en calma, era una maravilla, algo que jamás hubiese pensado que iba a lograr ver desde mi cuarto.

Crónicas Piratas. La historia que nadie supo...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora