6. Eyes Shut

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Los primeros días de Enero fueron sucediéndose sin que nadie estuviese contento con su duración. Para Albert, la espera para poder volver a Madrid se hacía cada vez más larga y exasperante mientras que para otros, como su vecino Alberto, las hojas del calendario volaban demasiado deprisa y marcaban despiadadamente el fin de la visita de Íñigo. Por eso mismo Pablo tenía sentimientos encontrados, pues por un lado deseaba que el catalán llegase a la capital lo más pronto posible pero por el otro, la ausencia de su mejor amigo iba a dolerle casi tanto como la primera vez que se fue.

- No se puede tener todo. –le sonrió Pablo a Alberto mientras intentaba consolarlo de camino al aeropuerto. –Pero haremos todo lo posible porque nos tengas siempre a nosotros.

Así firmaban un pacto verbal con el que prometían verse más regularmente y no guardarse sus momentos más bajos para sí mismos, para no provocar una separación similar a la que habían vivido durante el último tercio del pasado año.

Entre emociones contenidas y gestos de cariño, los cuatro miembros restantes de la pandilla despidieron a Íñigo, quien luchaba consigo mismo por no partir en dos el billete de avión y lanzarse a los brazos de sus amigos y de su chico.

- Cuídamelo. Y cuídate tú también. –le rogó a Pablo mientras lo abrazaba con toda su fuerza y le daba palmadas en la espalda.

- En breve le tienes por allí, y a nosotros también. –respondió el otro mientras le devolvía el abrazo.

Una vez separados, Pablo se alejó y se reunió con Tania y Edu mientras que Alberto se acercaba a Íñigo con su sonrisa más tranquilizadora.

- No sé cómo puedes irradiar paz constantemente. –murmuró el de los ojos azules sin poder apartar la vista de la cara de su novio. –Eres como un núcleo irradiador de felicidad.

- Tu núcleo irradiador de felicidad. –le corrigió el malagueño mientras le pasaba los brazos por la cintura. –Disfruta, ¿vale? Yo estaré bien si tú estás bien. ¿Lo estarás?

Errejón asintió cada vez más emocionado y escondió la cabeza en el cuello del otro.

- Se me va a hacer eterno el tiempo hasta Semana Santa. –aseguró cerrando los ojos y embriagándose del perfume del otro.

- Puede que se haga un poco duro, pero... Cada vez que te eche de menos y no pueda hablar contigo, miraré las fotos que te hice mientras dormías. –confesó el moreno, haciendo que Íñigo levantase la cabeza y lo mirase sonrojándose.

- No me puedo creer que no las hayas borrado.

- ¿Cómo iba a borrarlas, Eneko? Si en ellas irradias todas las cosas bonitas que existen. –respondió el otro sonriendo divertido.

Derrotado por aquel comentario tan extremadamente adorable, Íñigo suspiró y pegó sus labios a los de Alberto, saboreando todo lo posible aquel momento e impregnándose del cariño con el que el malagueño lo abrazaba y besaba, intentando crear así el más nítido de los recuerdos de aquel momento tan especial.

Tras aquel instante en el que se pararon los relojes para ambos, el aviso de última llamada para embarcar hizo que el beso terminase y que ambos se mirasen a los ojos.

- Me tengo que ir ya. –susurró Errejón con la frente apoyada en la del otro.

Alberto asintió y le sonrió para acto seguido robarle otro beso.

- Te quiero. –aseguró el joven sin dejar de sonreír mientras le acariciaba la mejilla.

- Te quiero. –repitió Íñigo devolviéndole la sonrisa.

Después de un último beso, Garzón se separó de él y acercó al grupo a la par que veía desaparecer a su chico entre una multitud de personas.

Fast CarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora